07 Mar La trashumancia en la cordillera cantábrica: equilibrio entre producción y conservación del medio natural
LA TRASHUMANCIA EN LA CORDILLERA CANTÁBRICA: EQUILIBRIO ENTRE PRODUCCIÓN Y CONSERVACIÓN DEL MEDIO NATURAL
Manuel Rodríguez Pascual[1]
Introducción
La ganadería ha sido durante siglos la principal fuente de riqueza de los pueblos asentados en la Cordillera Cantábrica y, a la vez, el agente modelador y conservador del paisaje. Estos ambientes montañosos, afectados por fuertes variaciones en altitud, orientación, clima, suelo y vegetación, exigen para la utilización correcta del medio una ganadería rústica y diversificada en cuanto a especies, así como diferentes formas de explotación del territorio.
Desde Los Ancares Gallegos a las estribaciones de la Sierra de Aralar en el País Vasco, pasando por Asturias, Cantabria, León, Palencia y Burgos, se dan a lo largo de la Cordillera Cantábrica una alta diversidad de sistemas de explotación de diferente longitud (estantes, trasterminantes y trashumantes) y características, algunos de ellos muy peculiares, como los vaqueiros de alzada en Asturias, los pasiegos en Cantabria o los pastores trashumantes en las montañas de León. Todos ellos, buscan siempre la complementariedad de los recursos y adaptarse a las variadas condiciones culturales y del medio de esta vasta región montañosa.
Generalmente, en la parte septentrional de la cordillera (Asturias, Cantabria, País Vasco) con un clima más templado y húmedo, han predominado tradicionalmente los movimientos de ganado vacuno de radio corto o medio (40-100 km), entre los valles próximos al mar y las montañas. Por el contrario, en la parte más meridional (León, Palencia), de clima continental, con mejores pastos y más adaptados al ovino, los movimientos de largo alcance, como la trashumancia a Extremadura, tuvieron una gran importancia económica y social. Los puertos o zonas altas se arrendaban a ganaderos propios o foráneos que los utilizaban con merinas durante el verano y las rentas que producían estos bienes de propios, eran y aún lo son, una fuerte importante de ingresos para los pueblos propietarios.
Sin embargo, en la actualidad las cuotas lecheras y las ayudas de la UE a la extensificación han propiciado un incremento notable del vacuno de carne y, que desde Asturias, Cantabria, León y Palencia, se produzca una trashumancia de este ganado a Extremadura. Hay que tener en cuenta, que en la Cordillera Cantábrica (incluyendo Galicia) se localiza actualmente un 30% del censo nacional de vacas de carne o nodrizas.
En las siguientes líneas, se dan unas pinceladas de los movimientos ganaderos más característicos (trashumancia, trasterminancia) que se realizan en ambas vertientes (meridional y septentrional) de la Cordillera Cantábrica. También se analizan algunos mitos que han prevalecido entorno a la trashumancia (deforestación y sobreexplotación del medio), así como, la utilización tradicional del fuego para el mantenimiento de los pastos. Finalmente, se señalan algunas medidas para adaptar y mantener viable la trashumancia y la trasterminancia en el siglo XXI.
La trashumancia en la vertiente meridional
Génesis y desarrollo.
La trashumancia o movimiento estacional del ganado en busca de mejores pastos y agua es un sistema que se practica en la cordillera Cantábrica desde hace varios milenios. Los primeros movimientos estacionales de ganado doméstico de corto recorrido, entre las colladas y planicies de altura y los valles para aprovechar los recursos complementarios, se produce en los momentos finales del Neolítico e inicios del Calcolítico (6.000 BP), con el florecimiento de las culturas megalíticas. En ellas, el hombre primitivo aprende la utilidad del fuego para la creación de pastos en el límite superior del bosque y en los valles, manteniendo el arbolado en las zonas intermedias con más pendiente (Ezquerra y Gil, 2004; Ezquerra, 2005).
Muy posteriormente, en los siglos XI y XII, se tienen noticias documentales de que determinados Monasterios de León, como el de Sahagún y Sandoval, practicaban con sus rebaños una trashumancia corta entre la montaña y las riberas del sur (Martino, 1980).
En 1273 se crea el Honrado Concejo de La Mesta, organización de pequeños ganaderos trashumantes de las sierras de León. Soria, Cuenca y Segovia. Éstos, durante el siglo XIV seleccionan la oveja Merina, cuya fina lana monopolizará los mercados internacionales durante al menos cinco siglos (XIV al XVIII), proporcionando riqueza y pujanza económica a los viejos reinos de Castilla y León. En el siglo XVI y la primera mitad del XVIII se alcanza la cumbre del negocio lanero y el ovino trashumante superará en 1765 la cifra de 3.750.000 cabezas (García Martín, 2006). A lo largo del siglo XIX desaparece paulatinamente esta riqueza de España por la competencia de otros países, igual que La Mesta (1836) y sus privilegios. No obstante, a pesar de diferentes avatares históricos, económicos y sociales la trashumancia continúa en el siglo XX y consigue llegar al XXI mediante la introducción de diferentes cambios y adaptaciones en el sistema productivo, aunque con unos efectivos muy inferiores a los de antaño.
A lo largo de su dilatada historia, la trashumancia ha tenido importantes repercusiones políticas, económicas y sociales pero también ecológicas y medioambientales. Entre estas últimas, cabe destacar el desarrollo de una cultura ganadera específica, basada en el pastoreo y el modelado del paisaje agrario con la formación de unos ecosistemas singulares de alto valor natural como son los pastos de altura –puertos- en las montañas del norte, y las dehesas y pastizales desarbolados en el sur.
Los puertos, en el límite supraforestal, fueron creados y mantenidos de forma productiva por la interacción positiva del pastor y su rebaño sobre el medio. El hombre a través de la roza -hacha-, el fuego, el pastoreo controlado de las ovejas –careos– y el redileo -majadales-, ha producido el milagro de los pastos de puerto, densos, diversos y nutritivos que durante siglos se mantuvieron en equilibrio con las otras partes del territorio: bosques, pastos de ladera, cultivos y prados de siega.
Sin embargo, en las últimas décadas, los elevados costes, los bajos precios de los productos – carne, lana- y la carencia de pastores y ganaderos jóvenes, está provocando el abandono paulatino de la trashumancia del pastoreo con ovino en los puertos y un cambio en el uso tradicional de los mismos -sustitución de las ovejas por vacas-, en muchos casos, con cargas ganaderas inapropiadas, bien por exceso -degeneración del pasto, erosión-, o por defecto -aumento del matorral-. En estas nuevas condiciones, estos frágiles ecosistemas tienden a desestabilizarse, empobrecerse y a originar graves inconvenientes como incendios, erosiones, alteración de la estructura del suelo, descenso de la diversidad biológica, deterioro del paisaje y otros fenómenos que desgraciadamente se observan cada vez con más frecuencia.
Situación actual
La montaña leonesa, fue durante varios siglos una de la principales cabeceras de la trashumancia larga a Extremadura, gracias a los numerosos puertos de altura de excelente calidad y a las tres grandes cañadas ganaderas que allí nacen. Sin embargo, a lo largo del siglo XX la trashumancia ha ido descendiendo paulatinamente, pasando desde las 135.000 cabezas de ovino que se movían a principio del siglo, hasta aproximadamente las 10.000 cabezas a finales del mismo. No obstante, este descenso del ovino se compensa con unas 2.000 vacas que aún realizan actualmente la trashumancia a Extremadura, amén de otras 90.000 ovejas que realizan una trashumancia más corta o trasterminancia (80-100 km) desde la montaña hasta las localidades del sur de la provincia para aprovechar los pastos y rastrojeras en invierno (Gómez Sal y Rodríguez, 1992). Además, durante las últimas décadas se aprecia un incremento notable del arriendo de los puertos de León por ganaderos de Cantabria y sobre todo de Asturias, que en los últimos veranos han superado las 8.000 cabezas. La escasez de pastizales de calidad o libres en las zonas altas de la vertiente septentrional de la cordillera por el gran incremento del vacuno de carne, hace que trasladen su presión ganadera a la vertiente meridional.
También la montaña Palentina (Vidrieros, La Pernía, Brañosera), fue en el siglo pasado un núcleo importante de trashumancia, aunque de forma paralela a León, ha ido descendiendo con los años. Aún así, a mediados de los años noventa se conservaba un pequeño reducto de trashumancia de ovino (10.500 ovejas) y de bovino (1.500 cabezas) que trashumaban a los pastos de Cáceres. Al mismo tiempo, se produce una trasterminancia de bovino (2.800 cabezas) procedentes de Cantabria que actualmente va en aumento. Por otra parte, en los últimos años -desde mediados de los años setenta-, se ha producido un incremento sustancial de la trashumancia vacuna desde Salamanca y Cáceres, principalmente, hacia las Loras de Palencia y Parameras Serranas Burgalesas (Gómez Sal et al., 1995).
Por otra parte, en las Sierras de La Demanda y Neila de Burgos, ya en el macizo Ibérico, que antaño tuvieron una gran importancia para la trashumancia, hoy apenas conservan más que algunos pequeños hatos trashumantes (Elías, et al., 1992). Sin embargo, en las estribaciones más occidentales de la cordillera Cantábrica, ya en contacto con la los montes de galaicos-leoneses, en el noroeste de Zamora, se encuentra la comarca ganadera de Puebla de Sanabria, donde aún acude una importante cabaña ovina trasterminante procedente del sur de la provincia. Se trata de los denominados Churreros de Aliste y Tábara que durante el verano desplazan a los importantes pastizales de la localidad de Porto cerca de 30.000 ovejas. Simultáneamente, estos pastos, también eran utilizados a mediados de los noventa, por algunos rebaños trashumantes de ovino (5.450) y bovino (1.500) procedentes de Extremadura (Terés et al., 1995).
Como se aprecia por lo anterior, la trashumancia sigue teniendo entidad en la Cordillera Cantábrica, con recorridos de diferente longitud y características, algunos muy peculiares, que han permanecido a través de los siglos; sin embargo, cada vez toman más fuerza los recorridos cortos –trasterminancia- en los que predomina el vacuno de carne, con menores necesidades de mano de obra.
Movimientos ganaderos en la vertiente septentrional
En la vertiente septentrional de la Cordillera Cantábrica los movimientos ganaderos son amplios y variados. Así en Galicia, en la comarca lucense de Los Ancares, las vacadas de diferentes localidades del municipio de Cervantes en las faldas de esta sierra, realizan en primavera una trasterminancia corta hacia las brañas de la vertiente leonesa de Campo del Agua, Porcarizas, Texeira, etc., con mayores disponibilidades de pastos (Rubio, 2003).
Por su parte, en Asturias, conviven varios tipos de explotaciones. La trashumancia corta realiza movimientos mayoritariamente verticales entre las praderías bajas y las brañas o mayadas de la montaña. En algunos casos, incluso cruzan el límite provincial con León en busca de los abundantes pastos colindantes. Cabe destacar los movimientos ganaderos que se producen en los concejos de Cabrales, Onís y Cangas de Onís que aprovechan los pastos más altos y nutritivos de los Picos de Europa donde se elaboran quesos de gran calidad como Gamoneo y Cabrales (Izquierdo y Barrena, 2006); en estas zonas, llegó a haber más de mil pastores, frente al medio centenar actual (García, 2003).
La trashumancia larga, de menor importancia cuantitativa, se produce en Asturias desde los invernaderos próximos a la costa -la marina-, o zonas bajas, hasta los puertos de León, e incluso en los recorridos más largos, alcanzan las dehesas extremeñas[2]. Sin embargo, dentro de este tipo el grupo más característico lo forman los vaqueiros de alzada, que en la actualidad mueven un total de 20.000 cabezas vacunas. Esta trashumancia, se circunscribe a una franja que se extiende entre los ríos Navia y Nalón y desde el mar hasta las montañas de la divisoria asturleonesa (García, 2003), en las que cabe distinguir dos zonas vaqueiras: la occidental y la oriental. La occidental sube el ganado desde mediados de primavera hasta el otoño, desde los municipios de Valdés, Cudillero, Pravia y Tineo, a los puertos y brañas de Cangas del Narcea y Allande. Por el contrario, los vaqueiros de la franja más occidental -Las Regueras, Siero, Llanera, Salas, Belmonte de Miranda-, lo hacen a las brañas o pueblos de arriba situados en Somiedo y en algunas zonas del alto Sil y de la Babia leonesa. En la actualidad, sólo cuarenta y tres explotaciones situadas en concejos próximos a la costa realizan este tipo de desplazamientos (Rubio, 2003).
En Cantabria se producen desplazamientos de ganado de diferente entidad -cerca de 20.000 cabezas, mayoritariamente de vacuno-, en todas las direcciones. Se combinan los movimientos trasterminantes interiores entre municipios próximos[3] (Corbera, 2006), con otros en verano -andando o en camión- hacia zonas altas de provincias limítrofes como Palencia, León y Burgos. También se realiza desde hace pocos años, una trashumancia de largo recorrido hacia Extremadura[4]. Sin embargo, los pasiegos que se sitúan en las cabeceras de los ríos Pas y Miera, en las cuatro villas tradicionales – Espinosa de los Monteros (Burgos), San Pedro del Romeral, San Roque de Riomiera y Vega de Pas (Cantabria)- constituyen el sistema de explotación más peculiar (Rubio, 2003). Estas comunidades, cada vez más reducidas, efectúan desplazamientos itinerantes -mudas- a varias fincas propias a lo largo del año, cambiando periódicamente de vivienda para cubrir las necesidades del ganado.
En el País Vasco, los movimientos ganaderos, sobre todo de ovejas lachas – alrededor de 36.000 cabezas- para la producción del afamado queso de Idiazabal, tienen gran importancia económica y social. Se realizan entre las zonas próximas a la costa de Guipúzcoa y Vizcaya y los pastizales comunales de las montañas que separan la vertiente cantábrica de la mediterránea. En estos pastizales de la Mancomunidad de Enirio-Aralar y la Parzonería General de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava, se encuentran numerosas majadas para el alojamiento de pastores y ganado durante el verano. En invierno, los rebaños descienden a las praderías de los municipios vinculados a estos pastos (trasterminantes) o viajan mayores distancias en dirección a las tierras bajas del interior o costeras (trashumantes). En diferentes áreas, al ganado vasco se unen a los rebaños navarros procedentes de las sierras de Aralar y Urbasa, que cubren distancias más largas (Rubio, 2003; Leizaola, 2003).
Falsos mitos sobre la trashumancia: deforestación, sobreexplotación y erosión.
La historia de la ganadería trashumante en el centro de la Península Ibérica ha sido mal comprendida y poco estudiada desde el punto de vista ecológico. La mayoría de los estereotipos negativos actuales tienen su origen en publicaciones no documentadas ecológicamente y en las connotaciones negativas que se dieron a todas las instituciones del antiguo régimen como La Mesta que sin embargo, a pesar de ciertos abusos puntuales, defendió siempre los encinares y evitó el “rompimiento” de céspedes y “empraizados” frente a las presiones de los agricultores (González Bernáldez, 1989).
En la numerosa legislación existente de La Mesta[5], mucha de ella sin estudiar, aparecen normas y disposiciones muy claras prohibiendo la tala de árboles y señalando las formas y condiciones en las que estaba permitido llevar a cabo la poda y el ramoneo, garantizando la supervivencia de las especies arbóreas. También figuran, numerosas disposiciones relativas a las cargas ganaderas a soportar por cada dehesa o puerto de la montaña y a los márgenes de seguridad tolerables. Así, por ejemplo, para evitar que en los años de sequía el ganado se quedara sin comida se autorizaba a cada a cada hermano para arrendar el terreno suficiente para su ganado actual y un tercio más. Por el contrario, si el año era abundante podía aumentar su rebaño o subarrendar los pastos sobrantes a otro ganadero. De igual forma, se regulaba el precio máximo de los pastos y se penalizaban las infracciones y abusos.
Por otro lado, también en las Ordenanzas de los concejos de la montaña, aparece perfectamente regulado la utilización y defensa de los bosques y pastos, ya que ambos recursos eran sus bienes más preciados. En ellas, no sólo se articula con detalle las zonas o épocas donde se puede coger leña o madera, lo que implica un uso selectivo de los bienes comunales, sino también el castigo que se impone a quien actúe inadecuadamente o incendie el monte. A este respecto, resulta muy interesante analizar las luchas de los campesinos Cántabros durante los siglos XVII al XIX contra los grandes consumidores de bosques: construcción naval, fábricas de artillería y ferrerías (Corbera, 2003).
En relación a los arrendamientos de los puertos, se estipulaba detalladamente por parte de los pueblos propietarios, el deslinde del terreno que se arrienda, el número de cabezas de ovino y de otras especies, como cabras -generalmente un 10% de las ovejas- y yeguas que pueden utilizar los pastos, el período de arrendamiento -número de años-, la tasación y la forma de pago (Gutiérrez, 2007).
No obstante, en algunos períodos históricos, como el siglo XVI o primera mitad del XVIII en los que se produjo una fuerte demanda y elevado precio de pastos -sobre todo los asentados sobre calizas-, así como una gran cotización de la lana fina de merina en los mercados internacionales, hizo ampliar progresivamente las superficies de pastos a base de una progresiva deforestación del terreno. Este fenómeno, muy acentuado en Babia por la litología caliza y pendientes no muy fuertes del terreno, fue inducido por los propios vecinos para aumentar sus ingresos por los arriendos y también para ampliar la superficie de cultivos cuando la presión demográfica así lo exigía. Por el contrario, en otras comarcas leonesas como Valdeburón, Sajambre o Valdeón, con suelos más ácidos y pendientes, menos aptos para su conversión en pastos, se conservaron grandes zonas boscosas en equilibrio con los pastos de altura. Sin embargo, en la mayoría de los casos, esta transformación se hizo de forma selectiva y cuidadosa, procurando no destruir la estructura del suelo natural y sin afectar en demasía al bosque del que también vivían. De sobra sabía, el viejo pastor o ganadero de la montaña por sus conocimientos empíricos -rutinas-, que si su acción era desmedida o inadecuada, la naturaleza se volvería a la larga contra él, en forma de hambruna, emigración y penalidades.
Hay que tener en cuenta que las actividades humanas procuran siempre disminuir la complejidad de los ecosistemas para incrementar su productividad. Así, en condiciones de clima y suelo similares los prados y pastos bien utilizados, suelen ser más productivos –mayor producción neta- que un bosque complejo (Gómez Sal, 1995).
Frecuentemente, también se acusa también a La Mesta y a los grandes rebaños trashumantes como supuestos agentes de sobrepastoreo y erosión. Contra esta afirmación existe un argumento científico bien desarrollado por el profesor Zorita (1990, 2001). Es el siguiente, cuando en un sistema pastoral el producto final es la lana fina destinada a la exportación y por tanto sujeta a controles rigurosos por parte del importador, el sobrepastoreo es simplemente imposible, ya que, para la producción de lana de calidad se precisa un aporte continuo y elevado de energía y proteína a lo largo de todo el año, ya que en caso contrario, la fibra de lana acusa los períodos de hambre y subalimentación con zonas de estrechamiento y fragilidad que la hacen perder su alto valor textil. Por tanto, es muy difícil de imaginar que se dieran sistemáticamente situaciones de sobrecarga ganadera y sobrepastoreo -fenómenos que preceden a la erosión- puesto que la exportación lanera y su alta cotización internacional se mantuvo firme al menos durante cinco siglos.
Evidentemente, este argumento no es aplicable a otras etapas de la evolución ganadera española, como los años cuarenta o cincuenta del siglo XX en que la superpoblación rural, la autarquía y el aislamiento internacional de nuestro país tras una guerra civil, obligó a los campesinos a ocupar zonas marginales y a la reducción de encinares, robledales y hayedos para ampliar la superficie cultivada de cereales panificables y ampliar pastizales. Sin embargo, aún en estos casos no se puede hablar de deforestaciones y erosiones sistemáticas y generalizables (Zorita, 1990).
Utilización tradicional del fuego.
La utilización del fuego para la creación de pastos y tierras de cultivo ha formado parte de las tradiciones rurales más arraigadas. En muchas comarcas montañosas de la zona más occidental de la Cordillera Cantábrica (Ancares, Cabrera, Bierzo, Alto Sil, Sanabria), el cultivo sobre cenizas o “bouzas” en tierras pobres de ladera cubiertas de monte para la producción de centeno, en una economía de autoconsumo, tuvo gran importancia hasta la mitad del siglo pasado, configurando paisajes marcados intensamente por la acción humana (Cabero, 1984).
En el caso de los pastos de altura, las quemas se realizaban en aquellos lugares en que los brezales y piornales eran muy densos e impedían la entrada del ganado. En muchos casos y aún en puertos que se utilizaban año tras año, era la única forma de controlar estos matorrales. Las quemas, se realizaban de la mitad del verano en adelante, casi en otoño, cuando el suelo está frío o tiene algo de humedad -para que el calentamiento del suelo sea mínimo- y después de que las ovejas hayan aprovechado las vainillas de la escoba y piorno; de esta forma, se evita que arda el suelo y se pierda la materia orgánica del mismo. Se realizaba de forma muy controlada: en días sin viento y sobre pequeñas extensiones que facilitaban su control y, cada año, en una zona diferente. Según algunos mayorales, la acción del fuego tenía un efecto muy beneficioso sobre el pasto, sobre todo el segundo año después de la quema, en que aparecía un yerbao muy apetecido por el ganado; después, empezaba de nuevo a cerrarse. Además, el pasto bien utilizado del resto del puerto hacía de verdadero cortafuegos que impedía al fuego extenderse hacia otras zonas. Cuando los años venían normales, la erosión provocada por los incendios apenas se notaba pues era mitigada por la nieve que cubría los pastos desde noviembre a abril (Rodríguez, 2005).
Nada tienen que ver aquellas quemas controladas, con los incendios que ocurren actualmente en amplias zonas de la montaña y que arrasan cientos de hectáreas, provocadas, en parte, por el abandono, la proliferación de densos matorrales y por la ausencia de un pastoreo racional. Además de la creación de pasto, también servían para la eliminación del lobo que criaba y se mantenía en los terrenos más espesos y cerrados, desde donde atacaba a los rebaños y veceras del concejo.
De igual forma, en los amplios pastizales desarbolados de La Serena, en Badajoz, al llegar el mes de agosto, se realizaba la quema de las hierbas secas y bastas, sobre todo en las zonas bajas o cañadas, de forma muy rápida y controlada; esta práctica era muy beneficiosa pues en el otoño salía más hierba y de mejor calidad sobre todo si acompañaban las lluvias oportunas. Esta quema fugaz servía, además, para eliminar las espinas del cardo de la uva (Carlina racemosa) que salía en mayo, quedando sólo la corona con sus semillas, excelente alimento que las ovejas consumían con avidez (Rodríguez, 2005).
El fuego no sólo es una herencia cultural de la cuenca mediterránea, sino que también en las grandes llanuras de América del Norte, su utilización tiene una larga tradición para el manejo de los pastos. Esta práctica, mantiene la variabilidad del paisaje y sostiene la biodiversidad. Así, en la Reserva Nacional de Tallgrass Prairie, en los montes Flint del Estado de Kansas (el único Parque Nacional de EE.UU que mantiene una unidad dedicada a la pradera), a principios de Abril los rancheros de la zona, con una técnica aprendida de los nativos americanos a quienes desplazaron, incendian las praderas para eliminar los restos vegetales del año anterior, dejando que penetre más luz y el suelo se caliente. De esta forma, las praderas frenan el avance de la maleza y del bosque y se favorecen las gramíneas más productivas que después aprovecharan con altas cargas de ganado. Este ciclo, se repite año tras años y las plantas responden con redoblado impulso de crecimiento a las quemas (Klinkenborg, 2007).
En la actualidad, el abandono del medio rural y la existencia de amplias superficies de pastos secos y embastecidos sin consumir, no aconseja la utilización del fuego que traería funestas consecuencias. Además, existen en la actualidad otros métodos más eficaces como los desbroces mecánicos, de gran utilidad cuando la vegetación arbustiva es muy densa, sobre todo si van acompañados de cargas de ganado altas para favorecer el pasto y evitar el rebrote del matorral (San Miguel, 2001a). Sin embargo, es imprescindible y necesario, recoger y documentar adecuadamente la amplia cultura del fuego, las técnicas adecuadas de quienes supieron utilizarlas y manejarlas con eficacia, pues quizás en el futuro sean necesarias para el manejo adecuado de determinados ecosistemas.
Viabilidad de la trashumancia y trasterminancia en el siglo XXI.
La trashumancia, ha llegado a nuestros días debido a su racionalidad ecológica y al tesón de muchos pastores que se mantienen en la actividad muchas veces más por tradición y amor al oficio que por rentabilidad económica. No obstante, en los inicios del siglo XXI debemos hacer un profundo replanteamiento de los actuales sistemas de explotación extensivos para adaptarlos y hacerlos viables en un mundo donde los mercados son abiertos y competitivos, conservando lo que hay de positivo en la tradición y eliminando lo accesorio. Para ello es necesario crear un nuevo modelo productivo introduciendo determinadas medidas técnicas, administrativas y sociales que permitan el mantenimiento de las actividades pastorales (Rodríguez, 2003).
Medidas técnicas
E
s necesario y urgente modernizar los sistemas tradicionales, incorporando a la rica cultura pastoril acumulada durante siglos en forma de rutinas, todas las innovaciones científicas y técnicas para hacerlos más eficientes y que las personas implicadas tengan una vida más cómoda y digna. Hoy día, existe un amplio conocimiento sobre genética, reproducción, alimentación, zootecnia, suelos, fertilizantes, manejo y ordenación de pastos (San Miguel, 2001b), instalaciones ganaderas, control de rebaños por GPS, etc., que debemos adaptar a nuestros sistemas para hacerlos humana y económicamente viables. Otros países, como Australia, Nueva Zelanda, Escocia, Alemania, etc., ya los utilizan con eficacia desde hace tiempo; también en España en algunas explotaciones, pero deben generalizarse. Todos estos avances contribuyen a minimizar el esfuerzo humano y a mejorar u optimizar el número de cabezas sostenidas por hectárea, atendidas por hombre, maximizar la producción vendible por cabeza y, en síntesis, mejorar la gestión económica de la empresa (Vera Vega, 2000). Técnicos e investigadores tenemos que hacer un esfuerzo de imaginación para que toda esta nueva tecnología que aparece en el mercado pueda aplicarse con plena eficacia a la ganadería extensiva.
Medidas administrativas
En relación a la utilización de los puertos de montaña, sería necesario poner en práctica una serie de iniciativas, entre ellas: realizar los arriendos a largo plazo –como mínimo a diez años- para facilitar la gestión y dar cierta estabilidad a la empresa trashumante; disponer a través de internet de un listado de todos los puertos y pastos sobrantes disponibles cada año con todas sus características[6], e incluso, acceder a las subastas por este medio; facilitar los acuerdos entre comunidades autónomas –por ejemplo Castilla y León con Extremadura- para subvencionar una parte de los transportes o de los pastos y facilitar los trámites administrativos y sanitarios del ganado. En este último punto sería necesario un reglamento sanitario específico para este tipo de explotaciones que cuentan con distintas localizaciones y su aplicación uniforme en las diferentes autonomías.
También sería necesario mejorar las infraestructuras de los puertos, refugios para los pastores, apriscos para el ganado, pistas, puntos de agua, mangas de manejo, acotado de zonas peligrosas, etc.; nueva ordenación los montes y pastos para un aprovechamiento más racional; proporcionar una vivienda digna en el pueblo arrendatario de los puertos para que los pastores de otras regiones puedan venir acompañados de la familia; estudiar la posibilidad de crear un carnet o cartilla de ganadero trashumante que le facilite y de prioridad a todos los trámites oficiales relacionados con la actividad, incluso por teléfono, fax o internet, sin tener que desplazarse a las unidades administrativas.
Durante la estancia en los puertos, se podría analizar si es factible conceder una cierta remuneración a aquellos pastores que quieran colaborar con la administración, a través de su teléfono móvil, en tareas tales como vigilancia de fuegos, e incluso realicen pequeños informes sobre movimientos de animales silvestres o de especies en peligro de extinción como oso o urogallo; estas remuneraciones complementarias, se podrían extender también a aquellos que realicen con su ganado funciones de conservación y mejora de los ecosistemas pastorales, previstos en un plan establecido de antemano.
En este sentido, algunas Comunidades Autónomas -como la Valenciana- , ya están subvencionando y con éxito, el pastoreo intenso, preferentemente con ganado caprino, para la conservación de cortafuegos (San Miguel, 2001b).
Medidas sociales
En este apartado, necesitamos urgentemente incorporar ganaderos y pastores profesionales que sepan actuar sobre ecosistemas tan complicados como los de montaña. Para ello, debemos atraer a los jóvenes a esta actividad y devolver a esta profesión el prestigio social que tuvo durante siglos. En este sentido, el primer paso es dignificar la profesión a través de una formación profesional adecuada que incluya un título reconocido oficialmente. En estas escuelas, se aunaran los conocimientos teóricos con los prácticos y se combinará la sabiduría empírica tradicional con los conocimientos científicos y técnicos que continuamente se están generando en las universidades y centros de investigación.
Un segundo paso, consiste en cambiar la mentalidad de nuestra sociedad, mostrándola que en países mucho más adelantados que el nuestro como EE.UU, Suecia, Dinamarca o Alemania, también hay pastores, están bien reconocidos socialmente y la ganadería extensiva tiene entidad y futuro. En estas sociedades, igual que en la nuestra, hay un porcentaje de jóvenes que no se adaptan al ritmo o la actividad estresante de las grandes ciudades y que les gustaría dedicarse a profesiones en contacto con la naturaleza o los espacios libres. Estos jóvenes, junto con los hijos o nietos de pastores y ganaderos, debidamente apoyados y formados serán el germen de las nuevas actividades pastorales. En este sentido, serán validas todas las acciones encaminadas a prestigiar la profesión de pastor e incrementar el reconocimiento social –incluso con anuncios en prensa y TV- hacia la labor medioambiental que realizan. Por otra parte, su nivel retributivo deberá ser semejante al que percibe cualquier trabajador especializado en la industria o los servicios.
Para incentivar esta profesión y la incorporación de nuevas generaciones se debería incidir, además, en algunos otros aspectos como por ejemplo: asistencia sanitaria en los puertos con un teléfono de urgencias médicas y un plan de evacuación rápida mediante un helicóptero dedicado a estas funciones, que incluso podría servir de apoyo durante el verano a las majadas más inaccesibles, porteando la sal para las ovejas, materiales o comida a los pastores; prevención y tratamiento de las enfermedades profesionales; posibilidad de disfrutar los descansos necesarios y vacaciones retribuidas; jubilación a una edad más temprana; créditos blandos y facilidades fiscales para la adquisición de vivienda propia, vehículos todo terreno y utensilios necesarios para mejorar la actividad pastoril.
Es pues, necesario y urgente el apoyo desde las diferentes administraciones hacia las juntas vecinales y asociaciones de ganaderos para poner en marcha diferentes proyectos de desarrollo rural sostenible, facilitando que surjan y sean llevados a cabo por las propias comunidades rurales que son las que mejor conocen el medio y sus necesidades (San Miguel, 2001a).
Una puerta al futuro
En el nuevo milenio, la ganadería extensiva (trashumancia, trasterminancia), dirigida por pastores bien formados, tiene su espacio reservado y constituye además una pieza clave para la conservación del medio natural. Los criterios ambientales que dimanan de Bruselas, cada vez con mas fuerza, son un respaldo para estas afirmaciones ya que en la política agraria europea cada vez priman más aspectos como la conservación de los pastos naturales y las razas autóctonas, los productos de calidad obtenidos con la mínima cantidad de inputs energéticos, la cultura tradicional y el mantenimiento de los valiosos paisajes agrarios generados durante siglos por las actividades ganaderas tradicionales[7]. En el fondo, subyace en la Unión Europa una preocupación latente: la conservación de la biodiversidad y del patrimonio natural, que se ha ido deteriorando peligrosamente en las últimas décadas por los sistemas intensivos y el abandono del medio rural.
Sólo a través una ganadería extensiva rica y diversa, gestionada por pastores y ganaderos empapados de la cultura tradicional, bien adaptados y conocedores del medio, es posible llevar a cabo esta política medioambiental. No obstante, la voluntad política y el compromiso de Bruselas y de los gobiernos, debe llegar a las explotaciones ganaderas de forma clara, organizada y contundente, para aumentar la competitividad de éstas y hacerlas viables económica y socialmente.
Bibliografía
.
CABERO DIÉGUEZ, V. 1984. Cultivos marginales, temporales y concejiles en las montañas galaico-leonesas: “Las Bouzas”. Congresos de Historia Rural. Siglos XV al XIX. U.C.M. p. 769-780. Madrid.
CORBERA MILLÁN, M. 2003. Campesinos y montes en Cantabria: Competencias y conflictos por los aprovechamientos entre los siglos XVII y XIX (1650-1850). En: Las relaciones entre las comunidades agrícolas y el monte, p. 182-196. Universidad Castilla-La Mancha. Cuenca.
CORBERA MILLÁN, M. 2006. Resistencia de un sistema milenario de trashumancia ganadera de corto recorrido en el valle de Cabuérniga (Cantabria). Scripta Nova, Vol. X, 218(01).
ELÍAS PASTOR, J.M., ELÍAS PASTOR, L.V. y GRANDE IBARRA, J. 1992. Cuadernos de la Trashumancia, Nº 4 Alto Macizo Ibérico. ICONA. Madrid.
EZQUERRA, F.J. y GIL, L. 2004. Tercer Inventario Forestal Nacional 1997-2006. La transformación histórica del paisaje forestal de Cantabria. Ministerio de Medio Ambiente. Madrid.
EZQUERRA, F.J. 2005. Influencias antrópicas en la evolución de la vegetación en la Montaña Cantábrica: Del Post glaciar al Neolítico. Actas del IV Congreso Forestal Español. Zaragoza.
EZQUERRA, F.J. y RAMÍREZ, J. 2005. Principales conclusiones del estudio de caracterización de los puertos pirenaicos de la provincia de León. Actas del IV Congreso Forestal Español. Zaragoza.
GARCÍA MARTÍN, P. 2006. La principal sustancia de estos Reinos: El Honrado Concejo de La Mesta. En: I Congreso Nacional de Vías Pecuarias, p. 85-102. Ministerio de Medio Ambiente. Madrid.
GARCÍA MARTÍNEZ, A. 2003. La trashumancia en Asturias. En: ELÍAS y NOVOA (Coord.), Un camino de ida y vuelta. La trashumancia en España, p. 95- 107. Lunwerg Editores. Barcelona.
GÓMEZ SAL, A. y RODRÍGUEZ PASCUAL, M. 1992. Cuadernos de la Trashumancia, Nº 3 Montaña de León. ICONA. Madrid.
GÓMEZ SAL, A., RODRÍGUEZ MERINO, E., BUSQUÉ MARCOS, J. y RODRÍGUEZ PASCUAL, M. 1995. Cuadernos de la Trashumancia, Nº 17 Pernía-Páramos-Alto Campoo. ICONA. Madrid.
GÓMEZ SAL, A. 1996. El paisaje agrario desde la perspectiva ecológica. En: Ciclo de Agricultura y Ecología, p. 145-182. Fundación Bancaja. Valencia.
GONZÁLEZ BERNÁLDEZ, F. 1989. Influencia humana en los ecosistemas forestales. Quercus, 37: 34-38.
GUTIÉRREZ ÁLVAREZ, R. 2007. Prioro y Tejerina. Estudios y documentación histórica. Kadmos. Salamanca.
IZQUIERDO, J. y BARRENA, G. Marqueses, funcionarios, políticos y pastores. Crónica de un siglos de desencuentros entre la naturaleza y cultura en los Picos de Europa. Ediciones Nobel. Oviedo, 2006.
KLINKENBORG, V. 2007. Esplendor en la hierba. National Geographic, Vol. 21: 72-89. Barcelona.
LEIZAOLA CALVO, F. 2003. Trashumancia y trasterminancia en Vascongadas. En: ELÍAS y NOVOA (Coord.), Un camino de ida y vuelta. La trashumancia en España, p. 121-131. Lunwerg Editores. Barcelona.
MARTINO, E. 1980. La montaña de Valdeburón. Universidad Pontificia de Salamanca. Madrid.
RODRÍGUEZ PASCUAL, M. 2003. Evolución de la trashumancia leonesa durante el siglo XX y su adaptación al siglo XXI. En: ELÍAS y NOVOA (Coord.), Un camino de ida y vuelta. La trashumancia en España, p. 215-226. Lunwerg Editores. Barcelona.
RODRÍGUEZ PASCUAL, M. 2005. La Trashumancia. Cultura, cañadas y viajes. Edilesa, León, 2001 (5ª edición revisada y ampliada, 2005).
RUBIO DE LUCAS, J.L. 2003. Desplazamientos de ganado y caminos pecuarios en la cornisa Cantábrica. En: ELÍAS y NOVOA (Coord.), Un camino de ida y vuelta. La trashumancia en España, p. 133-143. Lunwerg Editores. Barcelona.
SAN MIGUEL AYANZ, A. 2001a. Pastos naturales Españoles. Fundación Conde del Valle Salazar- Ediciones Mundi -Prensa. Madrid.
SAN MIGUEL AYANZ, A. 2001b. El pastoreo en la ordenación de los montes españoles del siglo XXI. III Congreso Forestal Nacional. Granada.
TERÉS LANDETA, J., PÉREZ FIGUERAS, C. y VALERO SÁEZ, A.1995. Cuadernos de la Trashumancia, Nº 11, Sanabria. ICONA. Madrid.
VERA VEGA, A. 2000. Ganadería ovina sostenible en la España sub árida. Av. Aliment. Mej. Anim. Vol. 40 (2): 3-14.
ZORITA, E. 1990. Hacia una nueva estructura de la ganadería ovina en España, armonizando recursos alimenticios y objetivos medioambientales. Ovis, 11: 9-42.
ZORITA, E. 2001. La investigación
zootécnica en España. La razones de un fracaso. Arch. Zootec. 50: 441-463.
[1] Instituto de Ganadería de Montaña (CSIC-ULE). León
[2] Algunos puertos del Concejo asturiano de Somiedo han sido utilizados tradicionalmente por ovejas trashumantes como es el caso de Camayor (Arbeyales), La Mesa, La Cueva, Cerveriz y La Calabazosa (Saliencia), Tarambico (Endriga) o Braña Vieja (Villar de Vildas).
[3] Es el caso de los puertos de Sejos donde acuden cada verano más de 10.000 cabezas de vacuno y equino procedentes de los ayuntamientos de Ruente, Cabuérniga, Los Tojos y la Hermandad de Campoo de Suso.
[4] También Cantabria disponía de algunos puertos para merinas trashumantes como los de Híjar (4.600 ovejas) propiedad de la Hermandad de Campoo de Suso.
[5] Véase por ejemplo el libro: Leyes y Ordenanzas del Honrado Concejo de La Mesta. Edición facsímil de la de Siruela, 1512. Universidad de León y Cátedra de San Isidoro. León, 1991.
[6] El Servicio Territorial de Medio Ambiente de León ha promovido un amplio estudio sobre la caracterización de todos los puertos pirenaicos de esta provincia que en el futuro podría estar en internet a disposición de los ganaderos; véase a este respecto el trabajo de Ezquerra y Ramírez (2005)
[7] Ver a este respecto la reciente normativa Española: Ley del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad (2007); Ley del Desarrollo Sostenible del Medio Rural (2007); Convenio Europeo del Paisaje (en vigor en España desde 2008) y el Programa Nacional de Conservación, Mejora y Fomento de las Razas Ganaderas (2009).