07 Mar La armonía: Condición fundamental para la pervivencia de los habitantes de la biofera. Los animales afectivos, de singular utilidad en terapias educativas y de salud para el ser humano.
Es evidente que en este momento histórico existe una preocupación singular del hombre, no sólo por su bienestar, sino por el de los animales y de todos los seres vivos que habitan la biosfera. Esta tendencia hacia el bienestar es comprensible a todos los niveles, si bien se exacerba en el hombre por su condición de Ser inteligente. No hay que olvidar que el desarrollo del ser humano ha estado apoyado en la utilización de animales y plantas, a quienes no siempre ha tratado con respeto y mantenido el espacio de bienestar que sin duda les corresponde. Este movimiento, que toma singular relevancia a mediados del siglo XX, resulta en cierto modo sorprendente, ya que hasta el momento el hombre se habría preocupado sólo de su progreso y bienestar, olvidándose de los seres vivos que le rodean, y no sólo esto, sino apoyándose en la explotación de los mismos, a veces de una manera cruel y despectiva, para alcanzar su desarrollo.
Antes de continuar conviene reflexionar sobre qué es el bienestar. Para algunos (filosofía de Epicuro), el bienestar está relacionado con el buen comer, su máxima es: “de este mundo sacarás tripa llena y nada más”; es cierto que el factor alimentación es fundamental pero no todo el bienestar del hombre depende de esta circunstancia. De otra parte, el bienestar humano está en sintonía con la definición de salud que postula la OMS: “estado perfecto del hombre en lo físico, mental, social, intelectual, etc.” En todo caso, el bienestar de cualquier ser vivo está relacionado con la sintonía deseable y agradable del mismo con el medio ambiente, el eikos o lugar en que se vive, en términos generales. No puede haber bienestar si no hay conformidad, sensación placentera con los proyectos del hombre: en lo personal, familiar, social, económico, laboral, etc. El bienestar animal sólo se consigue cuando se establece una perfecta armonía entre todos los habitantes de la biosfera y en concreto del nicho ecológico en que se habita.
El hombre, para su bienestar, con matices muy diferentes al de los animales y otros seres vivos, consecuencia de una mayor sensibilidad (ser inteligente), poseedor del sophos: capaz de pensar, meditar, recordar, coordinar, proyectar, etc., ha estado en su larga historia preocupado por alcanzar mayores cotas de bienestar, esto es consustancial también a todo ser vivo. Los seres vivos, tanto los procariontes, de elemental estructura, como los eucariontes, han buscado en los ecosistemas de la Tierra las mejores condiciones –bienestar- para su acomodo y desarrollo: climatología, fertilidad de suelos, proximidad al agua, a los manantiales de agua dulce, caliente, etc. La sociedad humana integrante de nuestro momento histórico, está haciendo lo posible por conseguir mayor bienestar, se ha inventado la palabra feng-shui, que significa modificar su entorno (reamueblar su vida) para mayor felicidad y bienestar.
Hace unos años, el Director General del BID (Banco Interamericano de Desarrollo), J. IGLESIAS, señalaba: “las diferencias sociales del hombre de nuestro tiempo son abismales, preocupantes e inadmisibles. Mientras los hombres que habitan los países del norte (en general de mayor desarrollo) se ocupan y viven obsesionados por mejorar su calidad de vida, los hombres pobres que viven en el sur, en general, sólo luchan por sobrevivir”. Existen millones de seres humanos que han pasado el umbral de la pobreza, no tienen alimentación adecuada y hasta insuficiente. Carecen de seguridad social, de agua potable, de asistencia sanitaria, y su perspectiva vital es tres veces inferior o más a los habitantes de países desarrollados. Ante estos planteamientos el ser humano debe pensar si mantiene esta alocada carrera hacia metas de mayor bienestar o debe comportarse con mayor austeridad, ahorro, en definitiva en reunir medios económicos, etc., para ayudar a los habitantes del tercer mundo. Sin embargo, cuando se le recuerda este planteamiento –base de la Teoría de la Liberación– no escucha, se siente incómodo y a veces reacciona con agresividad.
Conviene pensar que todos los habitantes –seres vivos- de la biosfera, grandes o pequeños, simples o complejos, tienen algún derecho a disfrutar del medio que les rodea. El ser humano pronto consiguió, dentro del contexto de la biodiversidad, situarse en la cúspide de la pirámide de Albrecht, que alcanza gracias a su capacidad intelectual (h. habilis, h. faber, h. viator) que, a través de diferentes conquistas y de progresos escalonados, se ha situado como dominador indiscutible del Planeta, e incluso se ha sentido Creador intentando imitar al Ser Superior. Se está comportando además como un amenazante factor de deterioro medioambiental, perturbador de los equilibrios biológicos del Planeta, circunstancia que amenaza con convertirlo en inhabitable.
Interesa pensar en lo que significa la vida. Seres vivos son aquellos capaces de transformar en energía elementos del medio que le rodea (alimentación-nutrición), de crecer, reproducirse y relacionarse entre sí, existiendo sien embargo evidente diferencia entre este mundo, que llamaremos animal, y el vegetal, estático e indiferente y tal vez menos sensible. La preocupación respecto al bienestar se centra por tanto en el ser humano y sus congéneres (mundo animal). Si nos hacemos la pregunta: ¿qué es la vida?, la respuesta no es fácil, sólo cabe definirla a través de las condiciones que ella exige:
– El ser vivo, para persistir como tal, debe tener capacidad de adaptación al medio, de lo contrario sucumbirá en el mismo. El hombre, por inteligencia, y los animales, por instinto, han sabido crear una serie de conocimientos y costumbres que definen la Ecología, en virtud de los cuales se han defendido de las intoxicaciones del medio ambiente (emanaciones volcánicas, etc.), del frío, de la lluvia, accidentes geodinámicos, etc., circunstancias que les han permitido sobrevivir.
– Transformación de productos (alimentación) en energía para el mantenimiento normal de sus constantes biológicas (termorregulación, etc.), energía para la reparación de sus estructuras y para llevar a cabo las actividades propias del quehacer diario.
– De otra parte los seres vivos han tenido que mantener con eficiencia las funciones de reproducción: fertilidad, fecundidad y prolifidad, condiciones necesarias para el mantenimiento de la especie a través del tiempo.
Ante esta situación el hombre civilizado, culto y sensible, debe pensar en renunciar o dedicar mayores espacios de bienestar al mundo animal, circunstancia que está motivando reacciones muy diferentes al contestar a esta pregunta: ¿es oportuno que mientras una parte importante de los habitantes del Planeta viven en condiciones de un lamentable subdesarrollo, dediquemos tiempo y medios al bienestar del mundo animal? Esta pregunta puede ser contestada, al menos así pensamos nosotros, señalando que la existencia de un problema no es óbice para eludir el otro.
Antes de continuar intentas reflexionar sobre cómo se ha desarrollado la vida del hombre (bienestar) a través de la Historia. En la época “A”, que algunos antropólogos llaman a aquella fase primitiva en la que el hombre fue situado en el Planeta Tierra, en un ecosis lleno de belleza, paz, armonía, espíritu de ayuda y donación, donde era feliz y disfrutaba del máximo bienestar, rendía culto y admiración al Creador, arrodillándose al conlar su grandeza a través de la Naturaleza que disfrutaba. Caminaba (nomadismo) por el medio natural y todo estaba a su disposición: alimentación, medios, etc. Algunos animales se sumaron a esta aventura, reconocieron al hombre y se convirtieron en domésticos y más tarde en afectivos. Durante este período, que al parecer fue breve por culpa del propio ser humano, aprende (h. sapiens) varias cosas importantes, entre ellas que los vegetales (cultígenos) son capaces de producir alimentos, no sólo para él sino para los animales en los que descubrió su comportamiento como máquinas de transformación de la biomasa vegetal en alimentos de alto valor biológico (carne, leche, huevos, etc.), que habrían de desempeñar singular papel en su desarrollo físico, mental e intelectual.
En la fase “B” el hombre se hará sedentario, fija y elige el lugar para instalarse y desarrollar con el máximo bienestar sus posibilidades: cultiva vegetales, animales, y obtiene una alimentación equilibrada e importantísima. Así aparece la agricultura y la ganadería, que más adelante se convertirían en industrias, singularmente importantes para el desarrollo humano, sin más miramientos hacia los seres vivos que le rodean se proyecta en alcanzar logros económicos, etc., sin espacio para el bienestar de otros seres habitantes de la biosfera. En este recordatorio del proceso evolutivo del hombre, en que arranca la vida misma, no hablaré de la teoría creacionista de Stanley ni de la teoría evolucionista de Oparín, reforzada más adelante por las observaciones de DARWIN, ni del origen de la vida basado en el Génesis. Interesa recordar, como indica JULIÁN MARÍAS, que en este análisis respecto al origen del hombre “sería tan injusto prescindir de Dios en el origen de la vida, como del evolucionismo señalado por Darwin”. La complejidad de los organismos superiores, hombre y animales, es tan complicada que, como dice TEILHARD DE CHARDIN, “la Creación obedece a una planificación inteligente” –tema para pensar.
Al analizar el verdadero sentido del origen de la vida, hay que tener en cuenta que el hombre, a medida que se desarrolla, comienza a estimar el valor del medio que le rodea, que en este momento vamos a llamar Naturaleza, integrado por los reinos animal y vegetal, y a pesar de situarse con cierta rapidez en la cúspide de la pirámide biológica de Albrecht, desde la que domina toda la Biosfera, contempla sin embargo de una manera cualitativa la calidad de los seres que le rodea. Filosóficamente se admite que el hombre no puede vivir solo sin el medio vegetal y animal.
Hasta la Alta Edad Media el hombre piensa en Teocentrismo, todo el bien y todo el mal proceden de Dios; el hombre se considera un sumiso seguidor del mismo, al que venera y adora. Más adelante, a medida que avanza en sus conocimientos (homo sapiens) partiendo de las conquistas del homo habilis, piensa que su capacidad de creación es interesante, pretende llegar a ser Creador, pero como dice San Agustín: creador es aquel que saca algo de la nada, lo demás es transformismo. El hombre se instala en el antropocentrismo, confiando en sí mismo y en sus posibilidades, se aleja de Dios y emprende una veloz carrera de desarrollo físico, mental e intelectual.
A partir del antropocentrismo, movimiento de liberación del hombre abandonando el Teocentrismo, comienza una era de gran desarrollo. El hombre en estas circunstancias se siente fuerte, capaz, preparado para emprender por sí mismo un desarrollo, llegando al extremo de caer en el hedonismo, es decir en la admiración a sí mismo, se siente bello, se siente potente y capaz de imitar al Creador. A partir de este momento el ser humano comienza su desarrollo, pero dicho desarrollo no es sino el enfrentamiento con la Naturaleza, hasta entonces había sido respetuoso con el mandato divino “ut operaretum terram”, es decir autorización para modificar el entorno pero dejándolo en condiciones de ser utilizado por generaciones venideras, circunstancia que no se cumple, ya que como indica Enrique MoragaS si el hombre hubiera tenido respeto al reciclaje, la coeternidad del Planeta sería la misma que la del Creador, sin embargo el reciclaje se ha roto y aquí tenemos los desequilibrios de la Naturaleza, que acusan directamente a la posibilidad de que la biosfera desaparezca, es decir, que la parte habitable del Planeta deje de serlo con peligro evidente no sólo para la especie humana sino para todos los seres que habitan la misma. Ante todo el ser humano piensa sólo en él y se despreocupa de preservar la vida animal, vegetal, etc., que le rodea, en la que se apoya sin embargo para obtener la energía necesaria para emprender el desarrollo.
Es evidente que el desarrollo es la filosofía más productiva de estos últimos años, puesto que ha motivado el progreso físico, mental e intelectual del hombre. Este desarrollo ha sido basado no solamente en los avances de la industria alimentaria sino en el desarrollo de la industria en sí misma, motivado por objetivos económicos, prescindiendo de los derechos del resto de los seres vivos. El hombre se da cuenta del valor de lo que le rodea, el valor de lo que está perdiendo a través de la contaminación y del deterioro ambiental. Aparece la filosofía de la conservación de la Naturaleza, de la pérdida de los equilibrios en los ecosistemas: terrestre, acuático y aéreo, y el peligro que esto entraña para la biosfera, es decir, la parte habitable del planeta. El reconocimiento de la realidad animal no se establece hasta el desarrollo de la Ecología, que al mismo tiempo valora la vida animal y vegetal, aparece el concepto de Bioética, es decir, del comportamiento correcto del hombre en orden a los seres vivos, animales o vegetales. Como ha dicho Phillis Saint Mere, durante muchos años hemos creído que la Naturaleza era un bien inagotable, gratuito y eterno, y esto no es así.
A mediados del siglo pasado, más o menos entre 1950 y 1970, se definió la Era Ecológica, dentro de un siglo al que se ha llamado Siglo de la Ciencia, siglo del progreso científico (definición del Congreso Norteamericano), es entonces cuando el hombre se da cuenta de que la contaminación y el deterioro medioambiental es algo muy peligroso. Comienza un movimiento de sensibilidad respecto a todos los habitantes del Planeta, el hombre empieza a preocuparse por el mantenimiento de todos los seres vivos, desde los eucariontes hasta los procariontes y organismos más complejos, como pueden ser plantas, animales y el propio hombre. De aquí surgen movimientos filosóficos de gran interés, como es el Movimiento de Liberación Animal y también el Derecho de los Animales.
Se ha discutido sobre si los animales tienen derechos, este tema ha sido muy debatido y, de otra parte, también se ha indicado, mediante la filosofía de Santo Tomás: “Dios no juzgará al hombre por el mal comportamiento con los animales, puesto que fueron hechos para su servicio”. Esta filosofía, tomada a pie de letra, ha hecho mucho mal puesto que evidentemente el hombre no puede vivir en la Tierra sin los animales ni tampoco sin los vegetales, de aquí que el desarrollo industrial, interesante para el ser humano, deba ser acompañado con unos límites que permitan el mantenimiento de los equilibrios biológicos del Planeta, acompasando el desarrollo al respeto medioambiental.
En todo caso cabe señalar que el comportamiento del hombre con los animales, y en definitiva con la vida y el entorno ambiental que le rodea, ha sido muy diferente en el mundo occidental y en el oriental. El mundo oriental ha tenido siempre un respeto considerable a la Naturaleza, como lo reflejan las distintas filosofías que a continuación vamos a analizar, y sin embargo el mundo occidental, que nos corresponde, ha sido indiferente al sufrimiento animal y a la conservación de la Naturaleza, le ha preocupado fundamentalmente su propio bienestar.
Hay que admitir que existe una diferente sensibilidad respecto a la concepción del mundo animal y del hombre en occidente, en relación con oriente. El propio Mahatma Gandhi, líder espiritual de la India, afirma: “el progreso de una nación, desde el punto de vista material y moral, puede ser juzgado por el modo como se trata a los animales”. En cambio Singer considera que San Francisco de Asís es la gran excepción en el conjunto del pensamiento cristiano (occidental), que marca la diferencia en relación con el pensamiento oriental, practicando el amor hacia los animales, la compenetración con ellos y el respeto a su vida y costumbres.
La Ética ha dado entrada a un tema filosófico de gran interés, en el que se plasma la sensibilidad del hombre por el ambiente natural. Es cierto que este fenómeno no ocurre hasta mediados del siglo pasado, en el que comienzan a plantearse los derechos de la vida, los derechos de los animales, el planteamiento del deterioro vegetal y la preocupación por la lucha del hombre que hasta el momento mantiene contra la Naturaleza. En este aspecto recordaremos la inmensa labor de nuestro paisano Félix Rodríguez de la Fuente, que pro primera vez lanzó la idea “la contaminación es un tema global, que va más allá de nuestro entorno”.
Conviene destacar el concepto de Bioética, establecido con gran claridad en la publicación de los “Dilemas éticos de la medicina actual – XVI”. Los derechos de los animales, que recogen una serie de publicaciones dirigidas por el Padre Gafo, definiendo el sentido estricto de la Bioética, refiriéndose en consecuencia a la Bioética como la ciencia que trata de hacer juicios de valores éticos sobre los hechos biológicos, en el sentido más amplio del término, es decir, biológicos y biomédicos. En consecuencia la Bioética puede tener como objeto directo al hombre o al resto de los seres vivos, microorganismos, plantas, animales, incluso la propia Naturaleza, que es precisamente el sentido de la preocupación universal que nace en la era ecológica que, como decíamos anteriormente, se establece a mediados del siglo pasado. A partir de este momento surge gran inquietud por el estudio de la Bioética, referida a la conservación de la Naturaleza, y sobre todo al respeto a los animales, intentando no sólo su utilización sino el bienestar a través de sus ciclos biológicos.
La sensibilidad del hombre culto le lleva a la definición y la admisión del concepto de derechos de los animales, sugiriendo de esta manera una pregunta muy importante: ¿los animales tienen derechos?, que hasta entonces no se había considerado. Es curioso que el hombre, que ha estado en contacto con la Naturaleza desde sus orígenes, nunca se hubiera planteado el problema del derecho de los animales y el derecho en general de los seres vivos, que también comprende a las plantas. Este concepto comienza a partir del siglo XX como consecuencia de una singular sensibilidad del hombre. Si es posible que el humano se diera cuenta que al desaparecer la vida que le rodea, como realmente está sucediendo por el incremento de la contaminación, se quedaría solo y por tanto resultaría inviable su desarrollo en el Planeta. A partir del año 1972 los problemas adquieren un nivel internacional, de manera que la ONU, en ese mismo año, convoca la I Cumbre de la Tierra, que se desarrolla en Estocolmo, y que va a tratar de la gran preocupación de la sociedad moderna por el deterioro medioambiental, por el mal trato de animales y plantas y por la posible desaparición de la vida. El eslogan de esta primera Cumbre, “Sólo una Tierra”, marca la preocupación por la vida de los seres que integran la biosfera. En esta Cumbre se enfatiza sobre la superpoblación (desarrollo de la humanidad) y su enfrentamiento (competitividad) con el resto de los animales en cuanto a aprovechamiento de la energía, si bien un tema fundamental fue la biodiversidad, señalando la urgencia de mantener las especies vivas (animales y vegetales), evitando por todos los medios la desaparición de las mismas, circunstancia que ha ido aumentando motivada por intereses económicos.
Veinte años después, en el año 1992, tiene lugar la II Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro, cuyo lema fundamental ya no es Sólo una Tierra, como en el anterior, sino el estudio claro de que la contaminación es un problema local, con un eslogan fundamental que es mantener los principios de la vida y hacerlo compatible con el desarrollo. De esta Cumbre nacen dos conclusiones muy importantes: la Agenda 21, que se refiere a qué es lo que hay que hacer para acabar con la contaminación, y la Carta de la Tierra. Se acuerda el establecimiento de laboratorios que alerten al hombre, señalando cada día los niveles de contaminación que le rodean y proponiendo censos rigurosos respecto a las especies animales y vegetales, a fin de evitar la desaparición de las mismas.
Más adelante, en el año 2002, tiene lugar la III Cumbre, desarrollada en Johannesburgo, en la que se trata de matizar las acciones necesarias para acabar con la contaminación y reconocer el valor de la vida en el Planeta. Posteriormente se llevan a cabo multitud de reuniones de carácter internacional, motivadas por el efecto deletéreo de la contaminación, tal como expresa el Protocolo de Kyoto, con exigencias claras respecto a disminuir los niveles de contaminación para ser compatible con el mantenimiento de los equilibrios biológicos en nuestro Planeta. Esta manera de pensar –nueva filosofía- da entrada a lo que se ha llamado movimiento de liberación animal planteado en las últimas décadas, íntimamente relacionado con los derechos de los animales, terminando con la Declaración Universal de los Derechos del Animal, proclamada en 1978 por la Liga Internacional de los Derechos del Animal, aprobada posteriormente por la UNESCO y la ONU.
Ante esta situación conviene plantearse lo siguiente: ¿los animales tienen derechos?, ¿cuál es el estatuto moral de los animales? Estos interrogantes nos plantean soluciones morales de gran significación puesto que, como señala el Profesor Diego Gracia Guillén, los animales no eran considerados como seres morales y por tanto teníamos con ellos deberes de beneficencia pero no de justicia. La realidad, después de observar detenidamente el sistema desde el mundo animal, en muchas circunstancias se aprecian emociones que demuestran señales de afecto, de fidelidad, etc., que en alguna medida corresponden a seres morales. En tales circunstancias serían sujetos de justicia y también beneficencia. Los animales, como ha dicho el referido Profesor, no son agentes morales pero sí son sujetos morales, y en tal sentido merecen una consideración especial.
Es muy laudable que la sociedad moderna -nuestro tiempo- haya llegado a un nivel de sensibilidad respecto al amor a los animales, puesto que como dijo Aristóteles: “los animales tienen ciertas cualidades muy similares a las de los hombres, y tienen aisthesis”. A este respecto añade Ghandi: “la grandeza de una nación y su progreso moral puede ser juzgado por el modo con que se trata a los animales”. De otra parte se ha dicho que los países más desarrollados, civilizados, democráticos, etc., son aquéllos que mejor tratan a los niños y a los ancianos y al mismo tiempo a los animales.
El Instituto de Salud de los Estados Unidos se expresa así: “si algo te hace daño a ti, lo probable es que también le haga daño al animal”. Este punto de partida ha sido precisamente lo que ha motivado una determinada revolución e incluso cuestión del empleo de los animales en experimentación. Es cierto que los animales de experimentación han hecho mucho por nosotros, por mejorar nuestra salud y calidad de vida, de ahí que merezcan una atenta consideración. La utilización de los animales en investigación es un tema que suscita de forma recurrente interpretaciones y opiniones muy diversas.
Son evidentes para el hombre los beneficios de la investigación y experimentación en seres vivos, en especial en animales. En este sentido s utilizado desde insectos (la drosophila melanogaster, el gusano elegans), base fundamental para el estudio del genoma, así como vertebrados superiores: rata, ratones y roedores en general, y lobopodos (conejos), felinos, cánidos, aves, y un largo etcétera, puesto que las explotaciones animales no sólo han tenido un sentido económico (producción de alimentos de alto valor biológico), sino que han suscitado conocimientos de gran interés para el desarrollo de la humanidad.
La relación del hombre con los animales es muy diferente y en este sentido señalaremos la siguiente clasificación:
– Animales silvestres: aquéllos que viven en libertad en nichos ecológicos, que ellos han elegido, o en territorios en que el hombre les ha introducido, etc. Estos animales basan su bienestar en habitar en espacios amplios, abiertos, con producción de alimento suficiente, reposo, refugio y ausencia de perturbaciones –estrés- capaces de alterar su modo de vida y éxito procreativo. El hombre interrumpe con frecuencia su bienestar mediante la caza, captura, etc.
– Animales domésticos: son aquéllos sometidos por el hombre, que acabaron desarrollándose bajo su control a cambio de seguridad, alimentación, etc. Los animales domésticos han sido definidos (SANTOS ARAN) como aquéllos que reconocen y se reproducen en presencia del hombre. Estos animales generan a cambio distintos servicios, alimentos, etc., al ser humano; su bienestar depende de la sensibilidad y cuidados del hombre, circunstancia que no siempre se cumple adecuadamente.
– Animales de renta: constituyen la base de la ganadería industrial. Son animales que se explotan (palabra que no nos gusta) con fines concretos, orientados a producciones rentables: carne, leche, huevos, etc.
– Animales de compañía: son sin duda los primeros que acompañaron al hombre en su nomadismo, se hicieron comensales de cuanto él les proporcionaba, y en la sociedad moderna prestan servicios de singular interés (compañía) en enfermedades psicológicas y estímulo para los mayores.
– Animales afectivos: son aquéllos que no merecen la denominación de compañía, que al fin y al cabo es un reconocimiento egoísta, sino que su relación con el ser humano es de mutuo afecto y reconocimiento, sin otra utilidad rentable.
– Animales de experimentación: son utilizados para descubrir respuestas biológicas frente a determinados fenómenos, tolerancia y viabilidad de ciertas intervenciones quirúrgicas y un largo etcétera.
– Animales al servicio de la investigación: su utilización es muy diversa y se caracterizan porque están sometidos al control de ciertas reacciones, espontáneas o provocadas, de interés para el progreso de distintas ramas de la Medicina, Sociología y otros comportamientos.
– Animales de laboratorio: son especies que se cultivan en los referidos centros, seleccionando sus comportamientos, morfología, etc., a fin de incrementar la utilidad de los mismos en investigación, experimentación, etc.
– Animales de deporte: que se utilizan en distintas facetas de esta actividad y se cultivan genéticamente y morfológicamente para la mejor adaptación a diversas finalidades: espectáculos taurinos, carreras de caballos, hípica en general, etc.
Tal como señala José Luis Montoliú, del Consejo de Investigaciones Científicas (CSIC), son innumerables los beneficios que la experimentación animal ha producido a nuestra sociedad, tanto desde el punto de vista de salud pública como para el arranque de otras observaciones, basta considerar que en 1865, Claude Bernard publica su “Introducción al estudio de la medicina experimental”. A partir de aquí tantos y tantos episodios están relacionados con el progreso de la medicina en beneficio de la salud humana, y especialmente con la psiquiatría infantil (Zoopsiquiatría) y el empleo de los animales de compañía y afectivos en el mantenimiento y recuperación de la salud de enfermos y ancianos.
Existen, por supuesto, los planteamientos experimentales de diferentes modelos relacionados con las razas y, por tanto, ventajas de su utilización en determinados problemas, desde los roedores, conejos, animales de renta, felinos, especialmente gatos, cánidos. En este momento histórico incluso se han configurado genéticamente determinadas líneas de perros y gatos útiles para la investigación en orden a sus cualidades de comportamiento, así como anatómicas, y en otros casos la utilización de primates en sustitución de los humanos por su configuración anatómica y proximidad al hombre, y otros como pueden ser los suidos, anfibios, peces, aves y otro tipo de invertebrados, en cuyo caso deberíamos destacar el papel de ciertos insectos, que tanto han contribuido al conocimiento de las células, de la Proteonómica, Geonómica y especialmente la clonación. Los avances de la Genética han conseguido modificar el genoma de algunas especies (gato, perro, etc.) eliminando del mismo proteínas responsables de reacciones alérgicas, y de otro tipo, para el hombre con el que convive.
La situación actual de los animales de experimentación ha cambiado considerablemente. Existen leyes que limitan su utilización, así como consejos de Ética que valoran la actuación sobre los mismos, basadas en los siguientes principios fundamentales:
– garantizar que todos los animales utilizados en investigación reciban el trato más humano y adecuado posible
– utilizar animales para investigación solamente cuando no existan otras alternativas
– utilizar el mínimo de animales posible para investigación y, en todo caso, disminuir los experimentos para que el número de animales en investigación sea adecuado para el mantenimiento de la especie
– practicar la anestesia y el uso de analgésicos siempre que sea posible para paliar o limitar el dolor, sufrimiento que el experimento pueda causar al animal
– todo protocolo de trabajo quirúrgico, tratamientos que vayan a ser utilizados en animales de investigación, etc., deberán ser aprobados por comités específicos de Bioética, de acuerdo con la legislación vigente.
Como dice el filósofo Andrew Brennan: “la ciencia debe ser la búsqueda de conocimientos valiosos por medios moralmente aceptables”, expresión que debe tenerse en cuenta, especialmente en experimentación animal. A esta filosofía añade el doctor Charles Hume, Presidente de la UFAW (University Federation for Animal Welfare), que resume así: “lo que el bienestar animal necesita son personas con cabezas frías y corazones calientes, con conocimientos pero también sensibles con el sufrimiento de los animales, buscando siempre medios para aliviarlos”. No olvidemos que la civilización oriental se anticipó en la estima y defensa de los animales a Occidente. Nuestra llamativa, boyante y presuntuosa sociedad occidental, debe tener en cuenta que las sabidurías orientales, tanto el Hinduismo, el Budismo y el Taoísmo, piensan que el ser no humano tiene un estatuto simétrico al del ser humano, de manera que los animales deben ser objeto de respeto y atención, pues forman parte del ciclo de la vida y son una expresión de la divinidad, ya sea Brahma, Karma, Tao, etc. Es curioso que en este momento se hable de los derechos de aquellos animales morfológicamente, incluso sensitiva y mentalmente, más próximos al hombre, como el gran simio, para reclamar los derechos de los animales a través del gorila, el orangután o del chimpancé, etc., y de aumentar el nivel de la sensibilidad moral del hombre. Como anécdota señalas el título de una reciente y popular película titulada “El hombre que se enamora de una cabra”.
Se ha dicho asimismo que la empatía con todo lo vivo es una condición necesaria de moralidad para nosotros. Tal como expresa el Profesor Peter Singer (Ética práctica – 1984), pensador y científico reconocido como uno de los máximos representantes del pensamiento animalista de Occidente, en este momento histórico: “la existencia de una simple brecha entre los seres humanos y los animales es algo cuya verdad no se cuestionó durante la mayor parte de la historia de la civilización occidental”, afirmando que las diferencias entre humanos y animales son sólo de grado y no de género, aunque se haya intentado trazar una línea de separación entre humanos y animales, que hasta la fecha esos límites han sido de corta duración, poco aceptables.
Esta brecha entre el mundo humano y el animal ha sido muy debatida. Aristóteles señala que el hombre es un animal dotado de logos, capaz de hablar, capaz de pensar por sí mismo la realidad circundante. El ser humano es superior al animal porque tiene alma racional que le faculta para pensar en sí mismo. También argumenta el referido filósofo otra razón, que el ser humano es capaz de vivir en la polis, de construir leyes y regular la vida colectiva por ese conjunto de leyes, por tanto el hombre es un animal lógico y al mismo tiempo político.
No resulta fácil tratar de expresar la intuición básica de las grandes sabidurías de oriente, especialmente relacionadas con la dualidad. En la filosofía de la dualidad todas las antinomias son relativas y aparentes porque en el fondo último de la realidad es uno y el mismo. Las polaridades propias del pensamiento occidental se disuelven en una única superior. No hay dualidad entre el hombre y el animal, ni entre el animal y la planta puesto que todos son la misma REALIDAD, y tampoco hay dualidad entre Dios y el mundo o entre la muerte y la vida, puesto que todo fluye de la misma REALIDAD y vuelve también a la misma realidad. Sólo aparennte hay pluralidad pero en el fondo todo es uno, “tú eres eso, tú eres tú, todo es Brahma”.
Para Brahma la realidad es el fundamento unitario de la Naturaleza, la Naturaleza es única y sólo hay escala de valores dentro de los seres que la habitan. En cambio la no violencia es el fundamento de la filosofía de Mahatma Gandhi, se tiene la impresión de que los seres vivos son una continuidad, en el caso del alma el ser humano, único que posee alma trascendente, podría reencarnarse después de la muerte en alguno de los seres vivos que integran la Naturaleza, y se inclina hacia la ética budista, en orden a los derechos de los animales y el respeto a todo ser vivo.
El Brahmanismo, relacionado con los derechos de los animales, se expresa: “todos los seres vivos que componen el mundo constituyen una escala que empieza por las plantas y termina con los dioses. La pertenencia a una de las escalas y a una de las castas no es objeto del azar o de una voluntad divina”. La totalidad del cosmos está regida por la ley moral de la recompensa (Karl). Hay que añadir el significado de la llamada Tesis de la ética de la no violencia. Esta tesis señala que parte de la no dualidad de la filosofía hinduista, de la que se desprende la no violencia que tanta popularidad ha adquirido en el mundo de Gandhi. Esta teoría de la no violencia, denominada ahimsa, significa no injuriar, no dañar a los seres vivos, se trata por tanto de la más fundamental de las éticas del Hinduismo y una de las expresiones más importantes religiosas, que es el Jainismo.
La ética budista se basa en el respeto a todo ser vivo. La ética contenida en esta filosofía no representa una revelación divina, sino más bien el camino de las iluminaciones, indicando por tanto el camino a seguir. La senda sagrada para esta filosofía contiene actitudes morales fundamentales, virtudes, carencia de preceptos detallados y está por tanto abierta a cambios circunstanciales. En definitiva el Buddhismo significa la compasión religiosa que se extiende a todas las criaturas vivas, no es meramente un sentimiento de filantropía sino de proyección universal.
La filosofía Taoísta marca una clara sensibilidad respecto a todo ser vivo, si bien con un carácter puramente universal y casual. El Taoísmo tuvo origen a partir del siglo XIX, representa un influjo en la intelectualidad occidental. La ética se refiere a singular amor a la Naturaleza y no egoísta con relación al hombre. La filosofía taoísta parte de que el mundo tiene un principio en la quietud, sin actuar. Tao es el señor de todas las cosas y de las almas nobles del universo, el Tao cuida del bienestar, tanto del ser humano como de todos los seres que habitan el Planeta. El Tao significa la vida de perfeccionamiento moral del hombre y simultáneamente el principio metafísico inmutable de la constitución y formación permanente del cielo y de la tierra.
Volviendo a la filosofía intelectual de la no dualidad, en occidente se empieza a generar un cierto movimiento a partir del romanticismo y particularmente en la primera mitad del siglo XIX. Este movimiento está marcado por los principios filosóficos de Schopenhauer, que se lamenta de la pobre consideración que por lo general han tenido los animales en los sistemas éticos tradicionales de occidente.
Como resumen de la filosofía oriental con relación a los animales y a sus derechos, podemos significar que el binomio hombre-Naturaleza se entiende de un modo muy distinto al modo de entender la perspectiva occidental. Se desprende que en las sabidurías orientales, tanto del Hinduismo como del Buddhismo y el Taoísmo, el ser no humano tiene un estatuto simétrico del ser humano, los animales deben ser objeto de respeto y atención pues fueron parte del ciclo de la vida y son expresión de la divinidad, ya sea de Brahma o de Tao. Estamos ante un propósito muy importante que es la regulación jurídica de los derechos de los animales, tema fundamental que preocupa a la sociedad moderna.
Quizá lo más importante de lo expuesto, sea que se ha llegado a la conclusión de que la relación del hombre con los animales plantea en sí mismo problemas éticos, aunque esto haya pasado desapercibido durante largos períodos de la historia, hay que atribuirlo a la singular sensibilidad del hombre en el siglo de la ciencia, que corresponde al siglo XX, siglo del desarrollo científico. Deberíamos partir de que, hasta el referido momento, los actos humanos que afectan a los animales son actos morales. En este sentido Santo Tomás de Aquino, señala: “no importa lo que el hombre haga con los animales, ya que todos están sometidos a su potestad por Dios. Dios no pide cuentas al hombre de lo que hace con los humanos y con los otros animales”. El problema es de carácter ético, de carácter moral y exige la promulgación de un estatuto al efecto. El referido estatuto moral debe basarse en la definición de persona humana, las éticas que exigen la posesión de este atributo como referente para obtener un estatuto moral son llamadas antropocéntricas.
Un tema a tener en consideración es la Axiología, el valor de los animales. Esta filosofía parte de que la vida humana es infinitamente más valiosa que la vida animal, subyacen muchas actitudes y comportamientos habituales. Esta idea conduce a creer que la vida humana es la única que encierra un valor moral capaz de orientar nuestros actos, de esta manera se abre un abismo valorativo entre el humano y el mundo animal. Todo ello nos obliga a preguntarnos: ¿por qué el valor de los seres vivos? Recordemos que los valores, tal y como han sido descritos por la Axiología contemporánea, no son todos del mismo rango ni tienen la misma fuerza orientadora de acción moral, de manera que los valores mantienen entre ellos una jerarquía. Max Seheler clasifica los valores en sensibles, son poseídos incluso por los objetos materiales entre los que están lo agradable y lo desagradable, lo útil y lo inútil, y valores vitales, que son inherentes a todos los seres vivos, entre ellos se encuentran situaciones opuestas como sano y enfermo, bienestar y malestar, fuerte y débil, enérgico e inerte, noble y vulgar.
Tom Reagan considera a los animales desde una perspectiva ética diferente a la de Peter Singer, anteriormente comentada. Este movimiento filosófico de los derechos de los animales es una realidad puesta de manifiesto en la Declaración Universal de los Derechos de los Animales y de la Liga Internacional de los referidos derechos. Esta declaración comienza afirmando que “todo animal posee derechos” y continúa especificando ciertos deberes muy generales de respeto hacia el animal. A partir de este momento se formulan obligaciones del hombre hacia los animales, que pueden resumirse así:
– Tomar conciencia de la propia actitud hacia los animales y hacia el sufrimiento de los mismos
– Responsabilizarse y asegurar un nivel de bienestar al animal
– Hacer un balance de los beneficios que se esperan del animal y abstenerse de las prácticas que conllevan un sufrimiento animal desproporcionado
– Rendir cuentas de los aspectos éticos implicados en el trabajo con animales ante los organismos y autoridades competentes
Russell y Birch, en 1959, recomiendan como normativa la expresión de las tres “R”: reducir, reemplazar y refinar. Según esta perspectiva reducir en lo posible el empleo de animales en experimentación y malos tratos, reemplazar en lo posible el animal por otras fuentes experimentales y refinar toda la técnica para minimizar el sufrimiento animal.
Como dice Diego Gracia Guillén, durante las últimas décadas, concretamente desde el año 1970, dos cosas han cambiado radicalmente, de manera que si anteriormente éramos más o menos indiferentes con relación al deterioro medioambiental y al respeto de la Naturaleza, ya que el hombre se había declarado enemigo de la misma, a partir de esta fecha existe un movimiento de conservación y respeto a la Naturaleza realmente interesante, este es el movimiento ecologista, pero sucede que eso que vivimos y sentimos difícilmente somos capaces de elaborarlo conceptualmente de un modo coherente. Hay una profunda disociación entre lo que sentimos y lo que pensamos –no hay que confundir lo esencial de lo aparente-, ésta es la realidad que tenemos que resolver. No hay que olvidar la afirmación de Kant: “aquél que se comporta cruelmente con los animales posee en sí mismo un corazón endurecido para sus congéneres”. Se puede conocer el corazón humano a partir de su relación con los animales.
Como epílogo podemos afirmar que a partir de la primera mitad del siglo XX, el movimiento animalista se instaura en occidente, partiendo de connotaciones puramente sensitivas en relación con la vida animal. Se admite que los animales son seres inanimados y se les niega todo tipo de derechos, son objetos sin embargo de consideraciones humanas, en las que se basa la actual legislación, de manera que no existe relación con la consideración que merece el mundo animal, y en definitiva de la Naturaleza, ya que existen leyes muy específicas en relación con la consideración de la Naturaleza, reservas forestales, animales, parques, etc., así como normativas que marcan claramente, como señalábamos anteriormente, la conducta del hombre en relación con la utilización de los animales. No existe vacío legal en este momento y afortunadamente los animales cuentan con la protección legal aplicable en todos los países, en especial los desarrollados. En consecuencia podemos afirmar que:
1. No existe actualmente en nuestra sociedad un vacío legal en el que se ampare la negación del bienestar animal y maltrato hacia los mismos. Las leyes recientemente promulgadas ahí están, pero desgraciadamente lo importante es su cumplimiento puesto que los animales no cuentan con fiscales ni abogados defensores de esos derechos.
Existen, en países civilizados, reglamentos normas, etc., que regulan la tenencia de animales, viajes en medios terrestres y aéreos acompañando al hombre, admisión en hoteles y otros centros sociales, lo cual significa un avance considerable en favor del bienestar animal y la propia seguridad del hombre.
2. Lo importante es que el nivel cultural de los pueblos sea suficiente para responder generosamente a las necesidades –requerimientos- de todos los seres vivos. Se puede admitir o negar parcialmente derechos a los animales, pero está en el hombre reconocer los mismos y responder con la sensibilidad propia del ser humano civilizado, a fin de colaborar en su bienestar.
3. Ante la sumisión de los animales hacia el hombre, la expresión de agradecimiento, reconocimiento y amigabilidad que expresan, es preciso responder con generosidad hacia ellos.
4. Sin los animales ni las plantas el hombre no podría vivir en el Planeta Tierra, tenemos que reconocer que el desarrollo por él adquirido se basa en las producciones animales y vegetales y, en muchos casos, al uso indebido de sus sensibilidades y requerimientos.
5. No nos parece correcto hablar de explotación animal sino de cultivo de las respetivas especies.
6. No es suficiente hablar de animales de compañía al servicio del hombre, esta significación no es todo. En muchos casos más que de animales de compañía deberíamos hablar de animales afectivos que el hombre estima, no por la acción egoísta de la compañía que le proporciona, sino consecuencia de mutua afectividad.
7. Se demuestra relación directa entre la calidad alimentaria, el confort del entorno, las atenciones que se prestan al cultivo animal y vegetal, con la calidad y cuantía de los rendimientos.
8. Los rendimientos de la ganadería industrial y la agricultura están directamente relacionadas con el bienestar animal, condiciones adecuadas de las instalaciones, así como del cultivo adecuado y suficiente nutrición de los vegetales.