El caballo en el arte

EL CABALLO EN EL ARTE

 

Conferenciapronunciada por el

Excmo.Dr. D. Francisco Portela Sandoval

Catedráticode Historia del Arte

26de enero de 2000

 

 

 

Al haber sido invitado a ocuparesta honrosa tribuna de la Real Academia de Ciencias Veterinarias, lo que debo,sin duda, más a la estrecha y prolongada amistad y compañerismo que me unen convarios de sus miembros que a mis méritos profesionales, he elegido un tema queme ha parecido muy de acuerdo con las dedicaciones científicas de esta Casa ycon mi propia actividad docente e investigadora: el caballo en las BellasArtes. Pero comprenderán que no voy a pretender la osadía de llevar a cabo unestudio del caballo como animal ante tan especializado auditorio; sólointentaré analizarlo como tema artístico, que, en algunos momentos, llega aalcanzar la categoría de auténtico protagonista.

 

El caballo es, sin duda alguna, uno de los animales que encierra máselegancia tanto por su alzado como por la simetría que establecen sus cuatropatas y por la forma cerrada, casi geométrica, de su envergadura, sólo alteradapor la prolongación de cuello y cabeza, de una parte, y de la cola, por otra.

 

Pero además, en cuanto a su interés para un historiador del Arte, elequino ha sido, a lo largo del tiempo, el más característico elemento derepresentación tanto de reyes como de nobles -recuérdese que la palabracaballero deriva de caballo-, resultando además fundamental tanto en lasguerras de pasadas épocas como también en la caza, la otra actividad principalde monarcas y señores.

 

Vamos a realizar a continuación un rápido periplo por la Historia delArte a través de imágenes, recorrido que necesariamente ha de ser muy apretadopara no cansar su atención ni abusar de su paciencia.

 

Ya en los lejanos tiempos de la Prehistoria encontramos  abundantes representanes de caballospeludos (Equus feros) que, junto a otros animales, aparecen grabados y,sobre todo, pintados en las paredes de muchas cuevas españolas de la zonacantábrica (San Román de Candamo, Puente Viesgo, Altamira, etc.) y en otrasvarias francesas (Niaux, Lascaux, Pech-Merle, etc.). Allí, aparecen por logeneral ubicadas en la parte más profunda de las cuevas, convertida ensantuarios, por lo que cabe deducir que, sin que estén ajenas algunaspreocupaciones de carácter artístico, fueron utilizadas más que nada con unaintención mágica propiciatoria de la caza que era el único sustento del hombredel Paleolítico. También hay ejemplos, aunque escasos, de representaciones decaballos en escultura, como la cabeza encontrada en la cueva francesa de Masd´Azil. Y tampoco faltaron las pinturas con equinos en los posteriores abrigosmesolíticos del Levante español.

 

En un momento posterior, ya en tiempos neolíticos como es bien sabido,tras la caza surgen la ganadería y la agricultura y el hombre se sirve delcaballo como animal de tiro y transporte. Así se muestra en algunasrepresentaciones de carácter religioso realizadas entre los celtas, como elcélebre carro solar de Trundholm (Museo de Copenhague), de hacia 1.500 antes deCristo. Y más tarde, cuando las guerras se generalizaron, el carro y el caballoresultaron esenciales, abundando las representaciones en fíbulas y broches,entre los que destacan los de hechura ibérica, tan abundantes en nuestrosmuseos.

 

En el mundo egipcio, son numerosas las representaciones de caballos enlas escenas de guerras o cacerías que aparecen en los relieves decorativos delos templos, unas veces trabajadas con la peculiar perspectiva caballera yotras de modo frontal grabadas en huecorrelieve, destacando entre todos ellaslas de Ramsés III en Medinet Abú, sin que falten ejemplos de pinturaconservados en el interior de varias tumbas.

 

En Mesopotamia, encontramos algunas de las mejores manifestaciones decaballos de todo el mundo antiguo, sobre todo las que fueron llevadas a cabopor los asirios entre los siglos IX y VII antes de Cristo, en cuyos relievesabundan los carros de caballos empleados tanto para la caza como para laguerra. Piezas emblemáticas son los relieves que decoraban el palacio deAsurbanipal en Nínive, obras del siglo VII que hoy engalanan el British Museumde Londres, en los que, además de sugerirse el movimiento por el peculiar modode presentar las patas estiradas hacia delante y hacia atrás, el caballoaparece de perfil pero con el ojo “de frente” como también era usualen las representaciones de figuras humanas. Semejante lenguaje gráfico seríaempleado por los sasánidas tiempo más tarde, ya en los siglos V y VI después deCristo, en los relieves con escenas de cacerías que decoran sus enterramientosparietales y sus piezas de orfebrería, reflejo unos y otras de su condición desociedad señorial.

 

En Grecia, en donde las formas artísticas evolucionaron sabiamente desdela tosquedad de las formas arcaicas hasta la sublime perfección del momentoclásico de los siglos V y IV antes de Cristo, nos es dado advertir con claridadel tránsito de los caballos, desde los jacos y jamelgos a auténticos corceles.Así, desde las esquemáticas representaciones de caballos que figuran en lasescenas funerarias tan frecuentes en la cerámica de la etapa geométrica (sigloVIII a.C.) hasta las que, con figuras “negras” y luego”rojas” se desarrollaron a lo largo del momento arcaico (siglos VII yVI), manteniendo un esquematismo semejante al que evidencian los caballos quedecoraban los frontones del templo de Zeus en Olimpia. El caballo, que en elmundo griego estaba asociado al culto de Poseidón, no faltó asimismo en losfrontones que Fidias esculpió a mediados del siglo V en el Partenón de la Acrópolisateniense, cuyo friso con el desfile de las Panateneas, hoy repartido entre elMuseo de la Acrópolis y el Británico de Londres, cuenta con algunas de las másbellas representaciones de caballos de todos los tiempos.

 

Ya en el mundo romano, tampoco faltaron las escenas de guerra y caza enmármoles y mosos, abundando las representanes convennales de caballosen los numerosos reves os que, con eente seno narrao yclaraten