CONTRIBUCIÓN DE LA VETERINARIA MILITAR AL PRESTIGIO DEL INSTITUTO DE HIGIENE MILITAR (1885-2010)

 


CONTRIBUCIÓN DE LA VETERINARIA MILITAR AL PRESTIGIO DEL INSTITUTO DE HIGIENE MILITAR (1885-2010)

Dr. Luis Ángel Moreno Fernández-Caparrós

General Veterinario

Jefe de Apoyo Veterinario

Inspección General de Sanidad de la Defensa

14 de junio de 2010

 

Excmo. Sr. Presidente.

Señoras y Señores Académicos.

Excmas. e Ilmas. Autoridades

Señoras y Señores:

 

Hace muy pocas semanas, concretamente el 13 de mayo pasado, celebrábamos los miembros del Cuerpo Militar de Sanidad el 125 Aniversario de la creación del Instituto de Higiene Militar. En esa jornada se presentó el libro que les muestro ahora y que lleva por título: “El Instituto de Medicina Preventiva de la Defensa, capitán médico Ramón y Cajal: 125 años de historia”. Como quiera que sobre esta Institución se cimentó la moderna y operativa veterinaria militar hoy quiero rendir un homenaje a este Centro que para los oficiales veterinarios actuó en cuatro vertientes: 1º.- como Academia Militar, 2º.- como Centro docente, 3º.- como apoyo técnico y logístico, y 4º.- como origen de las actuales especialidades veterinarias. Creo que más de cien años de convivencia entre facultativos médicos y farmacéuticos en dicho Centro bien merece la pena para realizar una parada y una reflexión. En esos más de cien años la veterinaria militar experimentó una notable mejora, muchas veces desapercibida por nuestros compañeros de las profesiones hermanas e incluso por los propios veterinarios, pero en todo caso es indudable que el Instituto contribuyó al desarrollo científico y técnico de la veterinaria militar y ésta acrecentó el prestigio del Centro. En las siguientes líneas les voy a exponer el devenir de la Sección de Higiene de Veterinaria Militar.

 

LA PRESENCIA VETERINARIA EN EL INSTITUTO DE HIGIENE MILITAR

Si exceptuamos la formación que comenzaron a recibir los futuros veterinarios militares en el Real Colegio-Escuela de la Corte a partir de 1793, Centro que actuó como si de una verdadera Escuela Militar se tratase, se echaba en falta la presencia de una Institución que impartiese una formación continuada una vez incorporados como Mariscales a las Unidades militares. Desde 1845, fecha de la constitución del Cuerpo de Veterinaria Militar, faltaba un Centro donde los nuevos oficiales veterinarios pudiesen recibir una formación específica de postgrado en veterinaria preventiva y asistencia clínica que les capacitase para su ejercicio profesional en las Unidades hipomóviles. Conseguir que los veterinarios militares tuviesen una formación militar, académica y científica adecuada y acorde con el paso del tiempo fue una constante preocupación de ilustres jefes de veterinaria militar. En 1851 Fernando Sampedro Guzmán, profesor veterinario de primera clase, catedrático y Mariscal mayor publicó su “Higiene Veterinaria Militar”, libro que sirvió de texto para los oficiales veterinarios.

Pero las sucesivas dependencias del Cuerpo del Arma de Caballería (1845-1857), de Sanidad Militar (1857-1864) y nuevamente del Arma de Caballería (1864-1889), en nada contribuyeron a su mejoría técnica, organizativa y operativa. No son del caso analizar ahora las causas del estado de postración en que se hallaba la veterinaria militar de antaño, pero estaban muy relacionadas con la percepción social de la profesión, la estructura castrense, la falta de medios económicos y la constante inestabilidad política de la España decimonónica. A pesar de ello fueron las epizootias que asolaban las cabañas ganaderas y en especial las que afectaban a las yeguadas militares, junto con la aparición de zoonosis tan importantes como la rabia, la tuberculosis, el carbunco y el muermo las que pusieron a los veterinarios en el punto de mira de la sanidad castrense.

Combatir estas epidemias y las enfermedades infecto-contagiosas y parasitarias junto a los esfuerzos realizados en reproducción equina, con el objetivo de suministrar équidos en buen estado de salud a las Unidades, hizo que los veterinarios militares necesitaran una instrucción y un apoyo técnico de mayor calado para prevenir ciertas enfermedades que, como el muermo (producido por la bacteria Burkholderia 

mallei

)
, diezmaban la cabaña. Desde el momento en que se descubrió la maleína por los veterinarios rusos Helning y Kalning en 1890 se llevaron a cabo estudios clínicos y experimentales en todos los países más   adelantados.  Durante   sus   experiencias

Coronel Veterinario Eusebio Molina

Serrano (1853-1924)

 

 

 

 

 

 

Kalning se inocula el muermo y paga con su vida el honor de haber descubierto la maleína. En España  los primeros estudios clínicos se realizaron en 1884 por el veterinario primero (Capitán) Eusebio Molina Serrano en los caballos de la Guardia Civil de Puerto Rico, y después por Julián Mut Mandilago, veterinario segundo (Teniente) del Regimiento de Caballería de Treviño, en Barcelona. Con posterioridad a esta primera época maleínica de las postrimerías del siglo XIX, fueron muchos los veterinarios civiles y militares que realizaron interesantes trabajos con la maleína como prueba diagnóstica del muermo. Precisamente los veterinarios militares Marcelino Ramírez y Juan Igual Hernández trabajaron intensamente en el desarrollo e introducción de la maleína como prueba diagnóstica. Más de un veterinario militar murió estudiando e investigando la forma de combatir y tratar esta enfermedad que de forma esporádica sufre el hombre. Se realizaron estudios sobre la melioidosis, enfermedad infectocontagiosa producida en el hombre por un microorganismo muy próximo al agente etiológico del muermo (Burkholderia pseudomallei). Como ya hemos apuntado antes, en 1916 el muermo quitó la vida al veterinario 1º Juan Igual Hernández cuando realizaba nuevos experimentos y observaciones en la Enfermería de Ganado de la guarnición de Melilla y cuyas muestras biológicas remitía periódicamente al Instituto de Higiene Militar. El Capitán Igual se había consagrado en cuerpo y alma al estudio de esa enfermedad; fruto de sus trabajos publicó sus observaciones en un excelente libro; son nuestros héroes científicos olvidados que dieron a la sociedad lo más preciado que tenían: la vida y su obra.

Edmond Nocard (1850-1903)

 

 

 

En el IX Congreso de Higiene y Demografía organizado en 1898 por el Instituto de Higiene Militar los veterinarios militares contribuyeron con numerosas comunicaciones, una de ellas fue presentada por Molina Serrano bajo el título de “Maleinización”, en cuya discusión intervino, entre otras personalidades, el mismo Nocard, considerado como uno de los grandes veterinarios franceses especializado en microbiología. En su honor la Nocardiosis lleva su nombre. Con respecto al Tétanos,                                                  Roux y Nocard lograron en 1892 una alta inmunización en el caballo, estableciendo así las bases para la sueroterapia, que fue utilizada por primera vez en el hombre en 1894 por Bazy. Por todo ello desde la creación en 1885 del Laboratorio Histológico e Histoquímico éste comenzó a configurar unas nuevas perspectivas de apoyo técnico a los veterinarios. Comprobada la utilidad de la maleína por numerosos ensayos efectuados en todos los países y demostrada en 1898 en la obra premiada sobre “Higiene y Policía sanitaria de las habitaciones del ganado militar” de la que era autor el ya citado Molina se reglamenta por Real Orden de 10 de mayo de 1899, la organización oficial de la maleinización en el Ejército.

Fruto de esta actividad fue la obra “Policía Sanitaria: profilaxis y tratamiento de las enfermedades infecto-contagiosas de los animales domésticos”, del mismo Molina Serrano. Sin embargo la primera reglamentación seria y científica de la lucha contra las epidemias del ganado del ejército fue también obra de Molina Serrano al redactar en 1898 el “Proyecto de Ley de Policía Sanitaria de los Animales Domésticos”, base sobre la que se sustentó la primera Ley de Epizootias en España. En 1901 se inician con mayor intensidad en el Instituto los trabajos de veterinaria, entroncados con la clínica veterinaria, la prevención en el hombre y colaborando como asesores en todo lo relacionado con las enfermedades infecto contagiosas y parasitarias de los ganados del ejército y su posible transmisión al hombre. Sus recomendaciones no fueron puestas en práctica hasta ese mismo año en  que por Real Orden de 24 de julio se dictan medidas higiénicas para la conservación y entretenimiento del ganado destinado al servicio de las Unidades. También se aprobaron las instrucciones a las que debían ajustarse las prácticas de las desinfecciones y desinsectaciones de las caballerizas militares así como las medidas higiénicas para evitar infecciones y contagios en el ganado y su transmisión a las tropas. También se dieron instrucciones para luchar contra la durina, sarna, piogenia específica, linfagitis, pasterelosis e influenza equina, tuberculosis, carbunco y muermo. Para que se den cuenta del volumen de trabajo que ello originaba les informo que el número de cabezas de ganado en 1901 era de 42.263 y las bajas, por uno u otro motivo, eran superiores al 10%; en algunos casos, como en los mulos, las pérdidas eran hasta del 12%; en el entorno europeo las bajas no superaban el 3,5%.  En los siguientes cuadros se muestran, como ejemplo, el número de efectivos a principios del siglo XX.

 

 

 

 

 

 

 

 

La obra de Molina y su incansable actividad logró que en 1904 se creara la Sección de Veterinaria en el Instituto de Higiene Militar. Sobre esta base se configuraron las futuras especialidades veterinarias que aparecerían varios años después, en 1943. En puridad hay que reconocer que el Instituto contribuyó enormemente al desarrollo de la veterinaria militar ya que anteriormente a esta fecha los veterinarios militares no disponían de elementos laboratoriales para un rápido y preciso diagnóstico y por lo tanto tenían que remitir al Instituto los productos patológicos de los animales enfermos o sospechosos. Los primeros veterinarios en trabajar en el Centro fueron los veterinarios primeros (Capitanes) Julián Mut Mandilago y Andrés Huerta.

En 1907 se dispuso por Real Orden de 25 de abril (C.L. nº68) que los oficiales de nuevo ingreso en el Cuerpo de Veterinaria Militar realizasen, en el Instituto
de Higiene Militar, un curso de prácticas antes de pasar a prestar servicio a los Regimientos y Yeguadas, ya que el Cuerpo de Veterinaria Militar no disponía de Academia Especial para ello. En 1908 se establecen por Reales Órdenes de 6 de noviembre (Colección Legislativa nº104) y 21 de noviembre de 1910 (Colección Legislativa nº188) los cursos de ampliación de estudios para veterinarios en el citado Instituto y en el 2º Establecimiento de Remonta; estos estudios estaban encaminados a perfeccionar los conocimientos bacteriológicos.

 

 

 

Julián Mut Mandilago, que además de veterinario militar era Licenciado y Doctor en Filosofía y Letras (en la foto superior vemos a Mut practicando el vendaje ocular que lleva su nombre), fue el encargado en el Instituto de enseñar los últimos avances de la bacteriología que tanto habían prestigiado el químico Pasteur, y los veterinarios franceses, Edmon Nocard, Camille Guérin y Gastón Ramón, y en España el veterinario catalán, y director del Laboratorio de análisis químicos de Barcelona, Ramón Turró y Darder, entre otros. La inmunización activa en el hombre y en los équidos con toxoide tetánico formolado fue elaborado sistemáticamente desde 1923 por Gastón Ramón y sus colaboradores. En la actualidad se está redactando por el Dr. Galán Torres, veterinario militar jefe del servicio de microbiología e higiene y sanidad ambiental del Centro Militar de Veterinaria, una nueva biografía en español; en ella se recogerán aspectos inéditos de esta ilustre figura de la medicina veterinaria mundial. En 1909 el Instituto informa sobre la imposibilidad de fabricar suero antitetánico y que en España no hay ningún laboratorio que lo haga, a pesar de la imperiosa necesidad mostrada por los oficiales veterinarios, como consecuencia urgente derivada de las heridas de castración y para atender las lesiones y heridas anfractuosas que se producían en maniobras y operaciones militares. Según un estudio realizado por el Dr. Ángel Pulido[1], Senador del Reino, en 1909 el Instituto contaba entonces con cuatro plazas para estabular los caballos siendo insuficiente este material biológico para atender la producción de suero antitetánico; los establos y cuadras estaban en muy mal estado, no existían espacios para cuarentenas y no había sitio para colocar los animales de experimentación, y para aclarar el estado de postración en que se hallaba la veterinaria militar, añadía:


 “La sección de la higiene veterinaria militar, que procura emular con plausibles testimonios de hondo saber á la higiene humana, tiene aquí también manifestada su digna representación, y produce, dentro de sus irrisorios y humillantes recursos, sueros y trabajos dignos de estimación. Cerca de mil ampollas de maleína llevaban preparadas en este año para diagnosticar el muermo que sufre el ganado del Ejército, el cual es frecuente.”

 En 1915 por Real Orden Circular de 12 de agosto (Colección Legislativa nº 138) se le asigna al Instituto el cometido de elaborar el suero antitetánico. Esta elaboración se continuó en el antiguo Laboratorio y Parque Central de Veterinaria Militar y en el actual Centro Militar de Veterinaria de la Defensa. A partir de esa fecha se han elaborado en las diferentes instalaciones y ubicaciones de los laboratorios veterinarios los siguientes productos biológicos para atender las necesidades de la clínica veterinaria:


·    

Anatoxina tetánica.


·    

Antivirus.


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Maleína diluída.


·    

Maleína bruta.


·    

Suero antiestreptocócico.


·    

Suero anticarbuncoso.


·    

Suero antitetánico.


·    

Suero equino normal.


·    

Vacuna antiabortus equi.


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Vacuna anticarbuncosa.


·    

Vacuna antiestreptocócica.


·    

Vacuna antirrábica “Hogyes”.


·    

Vacuna antirrábica “Humeno” para perros.


·    

Vacuna contra el aborto vírico, así como otras bacterinas y autovacunas.

 

El día 31 de octubre de 1915 se edita la primera revista profesional de veterinaria militar. Bajo el título de “Revista de Veterinaria Militar” un ilustre grupo de veterinarios  recogieron en sus páginas una interesante e importante actividad científica, hasta que a finales de 1920 dejó de publicarse; algunas de las fotografías que ilustran este texto proceden de ella. En sus diferentes números se recogieron las noticias que generaba el Instituto de Higiene Militar; lo mismo podemos decir de la actividad de los Ateneos de Sanidad Militar (muy especialmente el de Madrid) y de los trabajos originales de los veterinarios militares, todos ellos muy bien redactados y con una metodología científica que en nada desmerecieron si los comparamos con los actuales. Muchos de ellos contribuyeron a mejorar y modificar técnicas quirúrgicas. La microbiología alcanzó notables avances y las enfermedades infectocontagiosas y parasitarias que continuaron siendo el azote de estos motores biológicos fueron excelentemente tratadas; las zoonosis de especial emergencia, como la tuberculosis con la práctica de la tuberculinización, la rabia y la extracción del material nervioso del asta de Ammón y el muermo, con la introducción de la oftalmo-reacción, fueron las enfermedades diana.  Como dato anecdótico añadiremos que a los oficiales veterinarios no se les autorizó (como a otros sanitarios) a asistir como observadores a las operaciones militares de la Primera Gran Guerra para comprobar sobre el terreno el grado de organización de los servicios veterinarios de los Ejércitos contendientes, pero de fuentes secundarias y de la literatura técnica sí recogieron numerosos datos de los Hospitales veterinarios, Hospitales de infecciosos, de etapas, enfermerías, materiales de campaña y toda la estructura y organización veterinaria. Además, los más inquietos (entre los que destacamos ahora a los destinados en el Instituto de Higiene Militar) ilustraron al resto de los oficiales veterinarios con el suministro de datos de la patología más frecuente, brotes epidémicos y distintivos internacionales de la organización veterinaria en campaña.

En 1915 la veterinaria internacional incorpora la “Cruz Azul” como distintivo oficial de los órganos y estructuras civiles y militares veterinarias.  Durante la contienda mundial aparecen los primeros “Centros de Carnización” y “Centros de concentración de ganado”, y por primera vez los veterinarios militares tienen que hacerse cargo del saneamiento de los Campamentos y la recogida, retirada y eliminación de los cadáveres de los numerosos équidos y sus híbridos que murieron a miles, unas veces municionando a las unidades de Infantería y Artillería, otras transportando víveres y otras evacuando sobre sus lomos a los soldados heridos. La primera Convención de Ginebra de 1864 y la segunda de 1906 no contempló a los veterinarios como personal sanitario sino como contendientes; aunque en 1914, durante la Primera Gran Contienda, se propuso incorporar a los veterinarios como personal sanitario.

Mientras tanto en el Instituto de Higiene Militar continuaban los trabajos de los dos oficiales veterinarios. Andrés Huerta, veterinario 1º, realizaba investigaciones para elaborar una vacuna contra el muermo; pero los primeros resultados obtenidos aconsejaron desechar esta vía de investigación. Las enseñanzas extraídas durante el desarrollo de las operaciones militares de la primera guerra mundial sobre la sanidad animal hicieron que por Real Orden de 16 de noviembre de 1917 se dispusiese que por el Instituto de Higiene Militar se suministrara a los cuerpos los viales de maleína bruta, que hasta entonces se adquiría en el extranjero. A partir de esa fecha es el propio Instituto quien asume la responsabilidad de su preparación para remitirla a los cuerpos montados, a solicitud de los oficiales veterinarios, para practicar el diagnóstico precoz por medio de la oftalmo-reacción. Para comprender el volumen de trabajo y la gravedad de los periódicos brotes epidémicos, que producían unas bajas anuales superiores al 8 por ciento, diremos que el número de semovientes adscritos a las diferentes unidades del ejército ascendía en
1916 a
42.964 cabezas; remontar cada año más de 3.500 cabezas era una importante operación, no exenta de grandes dificultades. Los países de nuestro entorno tenían unas bajas del 3 al 3,5 por ciento.

La actividad del Instituto quedó claramente demostrada en el “Primer Congreso Nacional de Medicina” de 1917 cuando participó en la “Exposición de Medicina e Higiene” en el Parque del Retiro. El Instituto estuvo presente con una muestra de los productos preparados en sus laboratorios y colecciones fotográficas de su actividad; S.M el Rey contempló la fotografía de una yegua a cuyo pie se podía leer este curioso rótulo: “Exprimir, 26 años; ha rendido

250 litros


de suero antidiftérico valorado en 50.000 pesetas”

. Estas abultadas cantidades dinerarias, unidas a la de sueros antitetánicos, vacunas antirrábicas y maleína que anteriormente eran importadas de otros países, generalmente Francia y Alemania, nos dan una muestra de lo que el Instituto ahorraba al Erario. No tiene nada de extraño que el Veterinario 1º, Manuel Medina, viendo el progreso de la Bacteriología y las nuevas vías de aplicación, se dirigiese al Mando con las siguientes palabras:


“En nuestra cínica veterinaria militar no se obtiene de estas conquistas todo el provecho logrado en otras países; nuestro Instituto de Higiene Militar, que es modelo de Establecimiento de su clase y que realiza una meritísima labor que, quizás, no se sabe apreciar en todo su valor, puede ampliar extraordinariamente la utilidad de sus servicios, proporcionando a los veterinarios militares muchos productos de laboratorio de que hoy no se hace uso, o éste es muy limitado, porque ello representa un enorme gasto. Para conseguir este mayor rendimiento, la Sección de Veterinaria del mencionado Instituto debe reorganizarse, aumentando su personal y dotación y encomendándole la obtención de todo género de productos útiles a la profilaxis y curación de las enfermedades del ganado militar y el estudio y comprobación de los importantísimos problemas relacionados con esta especialidad del Veterinario. La referida Sección de Veterinaria debe estar formada por un Subinspector de 2ª, un Veterinario Mayor y dos Veterinarios primeros y tener a su cargo la preparación de la maleína, suero equino normal, suero antiestreptocócico para veterinaria, y cuantos productos microbianos sean de reconocida utilidad en la clínica veterinaria, así como la de los diagnósticos bacteriológicos y serológicos de las enfermedades del ganado. A ella debe corresponder el diagnóstico bacteriológico e histológico de la rabia en los animales y la preparación de la vacuna antirrábica”.

En el Museo de Veterinaria Militar se exponen los productos biológicos (maleína, sueros, vacunas, autovacunas y bacterinas) elaborados por los veterinarios militares

 

 

 

 En los sucesivos años la Sección preparó dosis de la vacuna antirrábica “Umeno”. Posteriormente, y con el desarrollo y potenciación del Instituto, se constituyeron en 1934 diferentes secciones, una de ellas fue el laboratorio de higiene veterinaria con la misión de elaborar los productos biológicos dedicados a mantener la salud de los animales al servicio del Ejército. En este laboratorio se prepararon los sueros y vacunas como la antitetánica, antiestreptocócica, maleína, vacuna antirrábica, antierisipelótica contra el mal rojo y vacuna estreptobacilar.

También se realizaban los análisis clínicos de las numerosas muestras biológicas remitidas por los oficiales veterinarios; se confirmaban los brotes de sarna y tiña de los équidos y se procesaba toda la anatomía patológica de las piezas obtenidas tras la realización de las necropsias, e incluso las técnicas de aislamiento de asta de Ammón para visualizar los corpúsculos de Negri, patognomónicos de rabia. Los responsables en esa fecha eran: Andrés Huerta López, Subinspector de segunda clase, que actuaba como director de la Sección, auxiliado por los veterinarios mayores José Dornaleteche Zabalza y Victoriano Nieto Magán. Durante la guerra civil española, y comprendido por el mando de ambos sectores, la importancia de disponer de un Laboratorio Central se crean en Valladolid y Barcelona dos laboratorios centrales que

 

 

 

asumieron la responsabilidad de suministrar todos los apoyos veterinarios quela práctica dela medicina animal requerían.  En 1967 se crea la Sección de nutrición y alimentación dirigida por el Teniente Coronel Veterinario Arturo López Arruebo. Esta Sección tuvo sus orígenes en la donación de equipos de análisis efectuada por los Servicios de Nutrición de Tropas Americanas tras los estudios realizados en 1958 y años siguientes sobre los menús suministrados a un total de 10.727 soldados, quedando demostrado la necesidad de complementar la alimentación del soldado de una forma más racional. Más tarde se hizo cargo de la Sección el Teniente Coronel Veterinario Ángel Gonzalo Vitoria, que fue luego General Veterinario, y Manuel Alonso Rodríguez, ambos diplomados en Bromatología e Higiene de los Alimentos. Otros Veterinarios que pasaron por esta Sección fueron los Tenientes Coroneles Francisco Porta Armendáriz y Alberto Rodríguez Zazo, con dos doctorados, uno en Veterinaria y otro en Medicina; estaban ambos diplomados en microbiología y análisis clínicos veterinarios; Manuel Sánchez Martín y Octavio de Toledo y Ubieto, Diplomados ambos en Bromatología e Higiene de los Alimentos, Comandante Pedro Fernández Domínguez, Diplomado en Microbiología e Higiene y Sanidad Ambiental, y en la actualidad el Teniente Coronel Veterinario Alejandro Palomo Gago, con la misma especialidad; este último, fruto de su experiencia y conocimientos en el campo de la Bromatología fue el autor del manual de “Alimentación y Seguridad Alimentaria” en el ámbito de las Fuerzas Armadas que ha sido publicado en el año
2009 a
propuesta e impulso de la Jefatura de Apoyo Veterinario. La existencia de un animalario, hasta su desaparición y pase a la estructura del Hospital Militar Gómez Ulla, hoy formando parte de la estructura del Centro Militar de Veterinaria de la Defensa, hizo que la dirección fuese encargada sistemáticamente a los veterinarios. Numerosas especies animales sirvieron como reactivo biológico (como muy acertadamente lo definió Iam Peter), para el diagnóstico y preparación de sueros y vacunas. Verdaderamente podemos decir con satisfacción que el antiguo Instituto de Higiene Militar contribuyó en grado sobresaliente a la formación de los veterinarios militares, actuando como una Academia de Aplicación.

 

 

 

 

 

 

 

 


    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 






[1]




El Dr. D. Ángel Pulido, Senador del Reino, presentó en 1909 ante la Comisión de Presupuestos el trabajo titulado “La Sanidad Militar, su importancia en la salud del Ejército y en la salud pública. Trascendencia de su desenvolvimiento”. Realizó un brillante discurso ante los miembros de la Comisión del que los veterinarios militares se mostraron muy satisfechos. Desde ese instante fue considerado como el “Padre profesional” de la Veterinaria Militar. En 1917 la publicación “Revista de Veterinaria Militar”, le realizó una entrevista como homenaje a su labor política en pro de una mejora técnica y organizativa del Cuerpo de Veterinaria Militar.

 

 

 


CONTRIBUCIÓN DE LA VETERINARIA MILITAR AL PRESTIGIO DEL INSTITUTO DE HIGIENE MILITAR (1885-2010)

 

 

 

 

 

 

 

 

Dr. Luis Ángel Moreno Fernández-Caparrós

General Veterinario

Jefe de Apoyo Veterinario

Inspección General de Sanidad de la Defensa

14 de junio de 2010

 

 

 

 

 

 

 

 

Excmo. Sr. Presidente.

Señoras y Señores Académicos.

Excmas. e Ilmas. Autoridades

Señoras y Señores:

 

Hace muy pocas semanas, concretamente el 13 de mayo pasado, celebrábamos los miembros del Cuerpo Militar de Sanidad el 125 Aniversario de la creación del Instituto de Higiene Militar. En esa jornada se presentó el libro que les muestro ahora y que lleva por título: “El Instituto de Medicina Preventiva de la Defensa, capitán médico Ramón y Cajal: 125 años de historia”. Como quiera que sobre esta Institución se cimentó la moderna y operativa veterinaria militar hoy quiero rendir un homenaje a este Centro que para los oficiales veterinarios actuó en cuatro vertientes: 1º.- como Academia Militar, 2º.- como Centro docente, 3º.- como apoyo técnico y logístico, y 4º.- como origen de las actuales especialidades veterinarias. Creo que más de cien años de convivencia entre facultativos médicos y farmacéuticos en dicho Centro bien merece la pena para realizar una parada y una reflexión. En esos más de cien años la veterinaria militar experimentó una notable mejora, muchas veces desapercibida por nuestros compañeros de las profesiones hermanas e incluso por los propios veterinarios, pero en todo caso es indudable que el Instituto contribuyó al desarrollo científico y técnico de la veterinaria militar y ésta acrecentó el prestigio del Centro. En las siguientes líneas les voy a exponer el devenir de la Sección de Higiene de Veterinaria Militar.

 

LA PRESENCIA VETERINARIA EN EL INSTITUTO DE HIGIENE MILITAR

Si exceptuamos la formación que comenzaron a recibir los futuros veterinarios militares en el Real Colegio-Escuela de la Corte a partir de 1793, Centro que actuó como si de una verdadera Escuela Militar se tratase, se echaba en falta la presencia de una Institución que impartiese una formación continuada una vez incorporados como Mariscales a las Unidades militares. Desde 1845, fecha de la constitución del Cuerpo de Veterinaria Militar, faltaba un Centro donde los nuevos oficiales veterinarios pudiesen recibir una formación específica de postgrado en veterinaria preventiva y asistencia clínica que les capacitase para su ejercicio profesional en las Unidades hipomóviles. Conseguir que los veterinarios militares tuviesen una formación militar, académica y científica adecuada y acorde con el paso del tiempo fue una constante preocupación de ilustres jefes de veterinaria militar. En 1851 Fernando Sampedro Guzmán, profesor veterinario de primera clase, catedrático y Mariscal mayor publicó su “Higiene Veterinaria Militar”, libro que sirvió de texto para los oficiales veterinarios.

Pero las sucesivas dependencias del Cuerpo del Arma de Caballería (1845-1857), de Sanidad Militar (1857-1864) y nuevamente del Arma de Caballería (1864-1889), en nada contribuyeron a su mejoría técnica, organizativa y operativa. No son del caso analizar ahora las causas del estado de postración en que se hallaba la veterinaria militar de antaño, pero estaban muy relacionadas con la percepción social de la profesión, la estructura castrense, la falta de medios económicos y la constante inestabilidad política de la España decimonónica. A pesar de ello fueron las epizootias que asolaban las cabañas ganaderas y en especial las que afectaban a las yeguadas militares, junto con la aparición de zoonosis tan importantes como la rabia, la tuberculosis, el carbunco y el muermo las que pusieron a los veterinarios en el punto de mira de la sanidad castrense.

Combatir estas epidemias y las enfermedades infecto-contagiosas y parasitarias junto a los esfuerzos realizados en reproducción equina, con el objetivo de suministrar équidos en buen estado de salud a las Unidades, hizo que los veterinarios militares necesitaran una instrucción y un apoyo técnico de mayor calado para prevenir ciertas enfermedades que, como el muermo (producido por la bacteria Burkholderia 

mallei

)
, diezmaban la cabaña. Desde el momento en que se descubrió la maleína por los veterinarios rusos Helning y Kalning en 1890 se llevaron a cabo estudios clínicos y experimentales en todos los países más   adelantados.  Durante   sus   experiencias

Coronel Veterinario Eusebio Molina

Serrano (1853-1924)

 

 

 

 

 

 

Kalning se inocula el muermo y paga con su vida el honor de haber descubierto la maleína. En España  los primeros estudios clínicos se realizaron en 1884 por el veterinario primero (Capitán) Eusebio Molina Serrano en los caballos de la Guardia Civil de Puerto Rico, y después por Julián Mut Mandilago, veterinario segundo (Teniente) del Regimiento de Caballería de Treviño, en Barcelona. Con posterioridad a esta primera época maleínica de las postrimerías del siglo XIX, fueron muchos los veterinarios civiles y militares que realizaron interesantes trabajos con la maleína como prueba diagnóstica del muermo. Precisamente los veterinarios militares Marcelino Ramírez y Juan Igual Hernández trabajaron intensamente en el desarrollo e introducción de la maleína como prueba diagnóstica. Más de un veterinario militar murió estudiando e investigando la forma de combatir y tratar esta enfermedad que de forma esporádica sufre el hombre. Se realizaron estudios sobre la melioidosis, enfermedad infectocontagiosa producida en el hombre por un microorganismo muy próximo al agente etiológico del muermo (Burkholderia pseudomallei). Como ya hemos apuntado antes, en 1916 el muermo quitó la vida al veterinario 1º Juan Igual Hernández cuando realizaba nuevos experimentos y observaciones en la Enfermería de Ganado de la guarnición de Melilla y cuyas muestras biológicas remitía periódicamente al Instituto de Higiene Militar. El Capitán Igual se había consagrado en cuerpo y alma al estudio de esa enfermedad; fruto de sus trabajos publicó sus observaciones en un excelente libro; son nuestros héroes científicos olvidados que dieron a la sociedad lo más preciado que tenían: la vida y su obra.

Edmond Nocard (1850-1903)

 

 

 

En el IX Congreso de Higiene y Demografía organizado en 1898 por el Instituto de Higiene Militar los veterinarios militares contribuyeron con numerosas comunicaciones, una de ellas fue presentada por Molina Serrano bajo el título de “Maleinización”, en cuya discusión intervino, entre otras personalidades, el mismo Nocard, considerado como uno de los grandes veterinarios franceses especializado en microbiología. En su honor la Nocardiosis lleva su nombre. Con respecto al Tétanos,                                                  Roux y Nocard lograron en 1892 una alta inmunización en el caballo, estableciendo así las bases para la sueroterapia, que fue utilizada por primera vez en el hombre en 1894 por Bazy. Por todo ello desde la creación en 1885 del Laboratorio Histológico e Histoquímico éste comenzó a configurar unas nuevas perspectivas de apoyo técnico a los veterinarios. Comprobada la utilidad de la maleína por numerosos ensayos efectuados en todos los países y demostrada en 1898 en la obra premiada sobre “Higiene y Policía sanitaria de las habitaciones del ganado militar” de la que era autor el ya citado Molina se reglamenta por Real Orden de 10 de mayo de 1899, la organización oficial de la maleinización en el Ejército.

Fruto de esta actividad fue la obra “Policía Sanitaria: profilaxis y tratamiento de las enfermedades infecto-contagiosas de los animales domésticos”, del mismo Molina Serrano. Sin embargo la primera reglamentación seria y científica de la lucha contra las epidemias del ganado del ejército fue también obra de Molina Serrano al redactar en 1898 el “Proyecto de Ley de Policía Sanitaria de los Animales Domésticos”, base sobre la que se sustentó la primera Ley de Epizootias en España. En 1901 se inician con mayor intensidad en el Instituto los trabajos de veterinaria, entroncados con la clínica veterinaria, la prevención en el hombre y colaborando como asesores en todo lo relacionado con las enfermedades infecto contagiosas y parasitarias de los ganados del ejército y su posible transmisión al hombre. Sus recomendaciones no fueron puestas en práctica hasta ese mismo año en  que por Real Orden de 24 de julio se dictan medidas higiénicas para la conservación y entretenimiento del ganado destinado al servicio de las Unidades. También se aprobaron las instrucciones a las que debían ajustarse las prácticas de las desinfecciones y desinsectaciones de las caballerizas militares así como las medidas higiénicas para evitar infecciones y contagios en el ganado y su transmisión a las tropas. También se dieron instrucciones para luchar contra la durina, sarna, piogenia específica, linfagitis, pasterelosis e influenza equina, tuberculosis, carbunco y muermo. Para que se den cuenta del volumen de trabajo que ello originaba les informo que el número de cabezas de ganado en 1901 era de 42.263 y las bajas, por uno u otro motivo, eran superiores al 10%; en algunos casos, como en los mulos, las pérdidas eran hasta del 12%; en el entorno europeo las bajas no superaban el 3,5%.  En los siguientes cuadros se muestran, como ejemplo, el número de efectivos a principios del siglo XX.

 

 

 

 

 

 

 

 

La obra de Molina y su incansable actividad logró que en 1904 se creara la Sección de Veterinaria en el Instituto de Higiene Militar. Sobre esta base se configuraron las futuras especialidades veterinarias que aparecerían varios años después, en 1943. En puridad hay que reconocer que el Instituto contribuyó enormemente al desarrollo de la veterinaria militar ya que anteriormente a esta fecha los veterinarios militares no disponían de elementos laboratoriales para un rápido y preciso diagnóstico y por lo tanto tenían que remitir al Instituto los productos patológicos de los animales enfermos o sospechosos. Los primeros veterinarios en trabajar en el Centro fueron los veterinarios primeros (Capitanes) Julián Mut Mandilago y Andrés Huerta.

En 1907 se dispuso por Real Orden de 25 de abril (C.L. nº68) que los oficiales de nuevo ingreso en el Cuerpo de Veterinaria Militar realizasen, en el Instituto
de Higiene Militar, un curso de prácticas antes de pasar a prestar servicio a los Regimientos y Yeguadas, ya que el Cuerpo de Veterinaria Militar no disponía de Academia Especial para ello. En 1908 se establecen por Reales Órdenes de 6 de noviembre (Colección Legislativa nº104) y 21 de noviembre de 1910 (Colección Legislativa nº188) los cursos de ampliación de estudios para veterinarios en el citado Instituto y en el 2º Establecimiento de Remonta; estos estudios estaban encaminados a perfeccionar los conocimientos bacteriológicos.

 

 

 

Julián Mut Mandilago, que además de veterinario militar era Licenciado y Doctor en Filosofía y Letras (en la foto superior vemos a Mut practicando el vendaje ocular que lleva su nombre), fue el encargado en el Instituto de enseñar los últimos avances de la bacteriología que tanto habían prestigiado el químico Pasteur, y los veterinarios franceses, Edmon Nocard, Camille Guérin y Gastón Ramón, y en España el veterinario catalán, y director del Laboratorio de análisis químicos de Barcelona, Ramón Turró y Darder, entre otros. La inmunización activa en el hombre y en los équidos con toxoide tetánico formolado fue elaborado sistemáticamente desde 1923 por Gastón Ramón y sus colaboradores. En la actualidad se está redactando por el Dr. Galán Torres, veterinario militar jefe del servicio de microbiología e higiene y sanidad ambiental del Centro Militar de Veterinaria, una nueva biografía en español; en ella se recogerán aspectos inéditos de esta ilustre figura de la medicina veterinaria mundial. En 1909 el Instituto informa sobre la imposibilidad de fabricar suero antitetánico y que en España no hay ningún laboratorio que lo haga, a pesar de la imperiosa necesidad mostrada por los oficiales veterinarios, como consecuencia urgente derivada de las heridas de castración y para atender las lesiones y heridas anfractuosas que se producían en maniobras y operaciones militares. Según un estudio realizado por el Dr. Ángel Pulido[1], Senador del Reino, en 1909 el Instituto contaba entonces con cuatro plazas para estabular los caballos siendo insuficiente este material biológico para atender la producción de suero antitetánico; los establos y cuadras estaban en muy mal estado, no existían espacios para cuarentenas y no había sitio para colocar los animales de experimentación, y para aclarar el estado de postración en que se hallaba la veterinaria militar, añadía:


 “La sección de la higiene veterinaria militar, que procura emular con plausibles testimonios de hondo saber á la higiene humana, tiene aquí también manifestada su digna representación, y produce, dentro de sus irrisorios y humillantes recursos, sueros y trabajos dignos de estimación. Cerca de mil ampollas de maleína llevaban preparadas en este año para diagnosticar el muermo que sufre el ganado del Ejército, el cual es frecuente.”

 En 1915 por Real Orden Circular de 12 de agosto (Colección Legislativa nº 138) se le asigna al Instituto el cometido de elaborar el suero antitetánico. Esta elaboración se continuó en el antiguo Laboratorio y Parque Central de Veterinaria Militar y en el actual Centro Militar de Veterinaria de la Defensa. A partir de esa fecha se han elaborado en las diferentes instalaciones y ubicaciones de los laboratorios veterinarios los siguientes productos biológicos para atender las necesidades de la clínica veterinaria:


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Anatoxina tetánica.


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Antivirus.


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Maleína diluída.


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Maleína bruta.


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Suero antiestreptocócico.


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Suero anticarbuncoso.


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Suero antitetánico.


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Suero equino normal.


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Vacuna antiabortus equi.


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Vacuna anticarbuncosa.


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Vacuna antiestreptocócica.


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Vacuna antirrábica “Hogyes”.


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Vacuna antirrábica “Humeno” para perros.


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Vacuna contra el aborto vírico, así como otras bacterinas y autovacunas.

 

El día 31 de octubre de 1915 se edita la primera revista profesional de veterinaria militar. Bajo el título de “Revista de Veterinaria Militar” un ilustre grupo de veterinarios  recogieron en sus páginas una interesante e importante actividad científica, hasta que a finales de 1920 dejó de publicarse; algunas de las fotografías que ilustran este texto proceden de ella. En sus diferentes números se recogieron las noticias que generaba el Instituto de Higiene Militar; lo mismo podemos decir de la actividad de los Ateneos de Sanidad Militar (muy especialmente el de Madrid) y de los trabajos originales de los veterinarios militares, todos ellos muy bien redactados y con una metodología científica que en nada desmerecieron si los comparamos con los actuales. Muchos de ellos contribuyeron a mejorar y modificar técnicas quirúrgicas. La microbiología alcanzó notables avances y las enfermedades infectocontagiosas y parasitarias que continuaron siendo el azote de estos motores biológicos fueron excelentemente tratadas; las zoonosis de especial emergencia, como la tuberculosis con la práctica de la tuberculinización, la rabia y la extracción del material nervioso del asta de Ammón y el muermo, con la introducción de la oftalmo-reacción, fueron las enfermedades diana.  Como dato anecdótico añadiremos que a los oficiales veterinarios no se les autorizó (como a otros sanitarios) a asistir como observadores a las operaciones militares de la Primera Gran Guerra para comprobar sobre el terreno el grado de organización de los servicios veterinarios de los Ejércitos contendientes, pero de fuentes secundarias y de la literatura técnica sí recogieron numerosos datos de los Hospitales veterinarios, Hospitales de infecciosos, de etapas, enfermerías, materiales de campaña y toda la estructura y organización veterinaria. Además, los más inquietos (entre los que destacamos ahora a los destinados en el Instituto de Higiene Militar) ilustraron al resto de los oficiales veterinarios con el suministro de datos de la patología más frecuente, brotes epidémicos y distintivos internacionales de la organización veterinaria en campaña.

En 1915 la veterinaria internacional incorpora la “Cruz Azul” como distintivo oficial de los órganos y estructuras civiles y militares veterinarias.  Durante la contienda mundial aparecen los primeros “Centros de Carnización” y “Centros de concentración de ganado”, y por primera vez los veterinarios militares tienen que hacerse cargo del saneamiento de los Campamentos y la recogida, retirada y eliminación de los cadáveres de los numerosos équidos y sus híbridos que murieron a miles, unas veces municionando a las unidades de Infantería y Artillería, otras transportando víveres y otras evacuando sobre sus lomos a los soldados heridos. La primera Convención de Ginebra de 1864 y la segunda de 1906 no contempló a los veterinarios como personal sanitario sino como contendientes; aunque en 1914, durante la Primera Gran Contienda, se propuso incorporar a los veterinarios como personal sanitario.

Mientras tanto en el Instituto de Higiene Militar continuaban los trabajos de los dos oficiales veterinarios. Andrés Huerta, veterinario 1º, realizaba investigaciones para elaborar una vacuna contra el muermo; pero los primeros resultados obtenidos aconsejaron desechar esta vía de investigación. Las enseñanzas extraídas durante el desarrollo de las operaciones militares de la primera guerra mundial sobre la sanidad animal hicieron que por Real Orden de 16 de noviembre de 1917 se dispusiese que por el Instituto de Higiene Militar se suministrara a los cuerpos los viales de maleína bruta, que hasta entonces se adquiría en el extranjero. A partir de esa fecha es el propio Instituto quien asume la responsabilidad de su preparación para remitirla a los cuerpos montados, a solicitud de los oficiales veterinarios, para practicar el diagnóstico precoz por medio de la oftalmo-reacción. Para comprender el volumen de trabajo y la gravedad de los periódicos brotes epidémicos, que producían unas bajas anuales superiores al 8 por ciento, diremos que el número de semovientes adscritos a las diferentes unidades del ejército ascendía en
1916 a
42.964 cabezas; remontar cada año más de 3.500 cabezas era una importante operación, no exenta de grandes dificultades. Los países de nuestro entorno tenían unas bajas del 3 al 3,5 por ciento.

La actividad del Instituto quedó claramente demostrada en el “Primer Congreso Nacional de Medicina” de 1917 cuando participó en la “Exposición de Medicina e Higiene” en el Parque del Retiro. El Instituto estuvo presente con una muestra de los productos preparados en sus laboratorios y colecciones fotográficas de su actividad; S.M el Rey contempló la fotografía de una yegua a cuyo pie se podía leer este curioso rótulo: “Exprimir, 26 años; ha rendido

250 litros


de suero antidiftérico valorado en 50.000 pesetas”

. Estas abultadas cantidades dinerarias, unidas a la de sueros antitetánicos, vacunas antirrábicas y maleína que anteriormente eran importadas de otros países, generalmente Francia y Alemania, nos dan una muestra de lo que el Instituto ahorraba al Erario. No tiene nada de extraño que el Veterinario 1º, Manuel Medina, viendo el progreso de la Bacteriología y las nuevas vías de aplicación, se dirigiese al Mando con las siguientes palabras:


“En nuestra cínica veterinaria militar no se obtiene de estas conquistas todo el provecho logrado en otras países; nuestro Instituto de Higiene Militar, que es modelo de Establecimiento de su clase y que realiza una meritísima labor que, quizás, no se sabe apreciar en todo su valor, puede ampliar extraordinariamente la utilidad de sus servicios, proporcionando a los veterinarios militares muchos productos de laboratorio de que hoy no se hace uso, o éste es muy limitado, porque ello representa un enorme gasto. Para conseguir este mayor rendimiento, la Sección de Veterinaria del mencionado Instituto debe reorganizarse, aumentando su personal y dotación y encomendándole la obtención de todo género de productos útiles a la profilaxis y curación de las enfermedades del ganado militar y el estudio y comprobación de los importantísimos problemas relacionados con esta especialidad del Veterinario. La referida Sección de Veterinaria debe estar formada por un Subinspector de 2ª, un Veterinario Mayor y dos Veterinarios primeros y tener a su cargo la preparación de la maleína, suero equino normal, suero antiestreptocócico para veterinaria, y cuantos productos microbianos sean de reconocida utilidad en la clínica veterinaria, así como la de los diagnósticos bacteriológicos y serológicos de las enfermedades del ganado. A ella debe corresponder el diagnóstico bacteriológico e histológico de la rabia en los animales y la preparación de la vacuna antirrábica”.

En el Museo de Veterinaria Militar se exponen los productos biológicos (maleína, sueros, vacunas, autovacunas y bacterinas) elaborados por los veterinarios militares

 

 

 

 En los sucesivos años la Sección preparó dosis de la vacuna antirrábica “Umeno”. Posteriormente, y con el desarrollo y potenciación del Instituto, se constituyeron en 1934 diferentes secciones, una de ellas fue el laboratorio de higiene veterinaria con la misión de elaborar los productos biológicos dedicados a mantener la salud de los animales al servicio del Ejército. En este laboratorio se prepararon los sueros y vacunas como la antitetánica, antiestreptocócica, maleína, vacuna antirrábica, antierisipelótica contra el mal rojo y vacuna estreptobacilar.

También se realizaban los análisis clínicos de las numerosas muestras biológicas remitidas por los oficiales veterinarios; se confirmaban los brotes de sarna y tiña de los équidos y se procesaba toda la anatomía patológica de las piezas obtenidas tras la realización de las necropsias, e incluso las técnicas de aislamiento de asta de Ammón para visualizar los corpúsculos de Negri, patognomónicos de rabia. Los responsables en esa fecha eran: Andrés Huerta López, Subinspector de segunda clase, que actuaba como director de la Sección, auxiliado por los veterinarios mayores José Dornaleteche Zabalza y Victoriano Nieto Magán. Durante la guerra civil española, y comprendido por el mando de ambos sectores, la importancia de disponer de un Laboratorio Central se crean en Valladolid y Barcelona dos laboratorios centrales que

 

 

 

asumieron la responsabilidad de suministrar todos los apoyos veterinarios quela práctica dela medicina animal requerían.  En 1967 se crea la Sección de nutrición y alimentación dirigida por el Teniente Coronel Veterinario Arturo López Arruebo. Esta Sección tuvo sus orígenes en la donación de equipos de análisis efectuada por los Servicios de Nutrición de Tropas Americanas tras los estudios realizados en 1958 y años siguientes sobre los menús suministrados a un total de 10.727 soldados, quedando demostrado la necesidad de complementar la alimentación del soldado de una forma más racional. Más tarde se hizo cargo de la Sección el Teniente Coronel Veterinario Ángel Gonzalo Vitoria, que fue luego General Veterinario, y Manuel Alonso Rodríguez, ambos diplomados en Bromatología e Higiene de los Alimentos. Otros Veterinarios que pasaron por esta Sección fueron los Tenientes Coroneles Francisco Porta Armendáriz y Alberto Rodríguez Zazo, con dos doctorados, uno en Veterinaria y otro en Medicina; estaban ambos diplomados en microbiología y análisis clínicos veterinarios; Manuel Sánchez Martín y Octavio de Toledo y Ubieto, Diplomados ambos en Bromatología e Higiene de los Alimentos, Comandante Pedro Fernández Domínguez, Diplomado en Microbiología e Higiene y Sanidad Ambiental, y en la actualidad el Teniente Coronel Veterinario Alejandro Palomo Gago, con la misma especialidad; este último, fruto de su experiencia y conocimientos en el campo de la Bromatología fue el autor del manual de “Alimentación y Seguridad Alimentaria” en el ámbito de las Fuerzas Armadas que ha sido publicado en el año
2009 a
propuesta e impulso de la Jefatura de Apoyo Veterinario. La existencia de un animalario, hasta su desaparición y pase a la estructura del Hospital Militar Gómez Ulla, hoy formando parte de la estructura del Centro Militar de Veterinaria de la Defensa, hizo que la dirección fuese encargada sistemáticamente a los veterinarios. Numerosas especies animales sirvieron como reactivo biológico (como muy acertadamente lo definió Iam Peter), para el diagnóstico y preparación de sueros y vacunas. Verdaderamente podemos decir con satisfacción que el antiguo Instituto de Higiene Militar contribuyó en grado sobresaliente a la formación de los veterinarios militares, actuando como una Academia de Aplicación.

 

 

 

 

 

 

 

 


    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 






[1]




El Dr. D. Ángel Pulido, Senador del Reino, presentó en 1909 ante la Comisión de Presupuestos el trabajo titulado “La Sanidad Militar, su importancia en la salud del Ejército y en la salud pública. Trascendencia de su desenvolvimiento”. Realizó un brillante discurso ante los miembros de la Comisión del que los veterinarios militares se mostraron muy satisfechos. Desde ese instante fue considerado como el “Padre profesional” de la Veterinaria Militar. En 1917 la publicación “Revista de Veterinaria Militar”, le realizó una entrevista como homenaje a su labor política en pro de una mejora técnica y organizativa del Cuerpo de Veterinaria Militar.